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viernes, 26 de septiembre de 2014

Los niños y el derecho de acceso a la información pública

Por Samuel Bonilla.
Coordinador del Programa Transparencia para Tod@s
y de México Infórmate en San Luis Potosí. ethoscom@yahoo.com

En la tarea de socializar el derecho de acceso a la información pública (DAIP) con menores de edad, ¿cómo estamos promoviendo el enfoque de su ejercicio y aprovechamiento? Conviene reflexionar acerca de las diversas alternativas que puede haber en la relación que niños y niñas pueden tener con este derecho y, en particular, acerca de cuáles de sus aplicaciones pueden ser de su pertinencia y utilidad, y de cómo lo pueden aprovechar.

Aunque no se requiere ser mayor de edad para ejercer el DAIP, ésa la impresión que se tiene porque el discurso dominante ubica a los adultos, y acaso a los jóvenes, como público meta de este derecho. La propia Constitución dispone que “Toda persona, sin necesidad de acreditar interés alguno o justificar su utilización, tendrá acceso gratuito a la información pública”.

La relación de los niños con el ejercicio del derecho de acceso a la información pública ofrece, desde nuestra perspectiva, dos vertientes principales. La primera, cuando las circunstancias que ellos viven son la motivación para que algún adulto, por lo general sus padres, utilice este derecho.

La segunda vertiente consiste cuando ellos mismos logran identificar aplicaciones útiles del DAIP o, incluso, en un nivel más allá de la sensibilización, lo utilizan para satisfacer sus propias necesidades informativas o para procurar alguna mejora en su comunidad.

Es decir, los niños como objeto del uso del derecho de acceso a la información pública, y los niños como usuarios de este derecho. Demos un vistazo a estas dos vertientes.

1. EL DAIP BENEFICIA A NIÑOS

Adultos preocupados por circunstancias diversas en que se encuentran sus hijos, nietos o sobrinos, han descubierto en el derecho de acceso a la información pública una valiosa herramienta para, al menos, explorar alternativas factibles que ayuden a mejorar las condiciones de los menores. El primer paso para lograrlo ha consistido en la capacidad de visibilizar un vínculo útil entre su uso y las opciones de solución a problemas que afectaban a los niños.

"Anótele ái que cómo consigo beca para mi hijo", fue una de las peticiones que habitantes de Amatlán de los Reyes, Veracruz, realizaron en el proyecto IFAI-Comunidades, para ser presentada como solicitud de acceso a la información, referida en un reportaje de Marcela Turati en la revista Proceso.

Es así como, en la simple búsqueda de satisfacer una necesidad o de resolver un problema relacionado con niños, algunos adultos han conseguido el beneficio que buscaban utilizando el DAIP o se aproximaron a la posibilidad de alcanzarlo.

Becas deportivas

A finales de 2011, la madre de dos niños deportistas acudió personalmente a pedir al responsable de deportes de su municipio los nombres de quienes habían resultado beneficiados con becas de programas deportivos. El funcionario no le quiso proporcionar esa información. Pero cuando la señora le comentó que entonces haría uso de la ley de acceso a la información para obtener esos datos, el servidor público modificó su postura y le pidió que regresara en enero y le daría becas para sus hijos.

Atención médica gratuita

Una bibliotecaria que vive en un pequeño municipio carente de muchos servicios, gracias a una solicitud de información al Instituto de la Mujer de su estado, logró que la hija de una amiga pudiera recibir en forma gratuita atención psicológica profesional que la menor requería.

En su respuesta a la solicitud de información el instituto también puso a su disposición servicios de grupos de autoayuda, así como asesoría vía telefónica a través de números de marcación gratuita con servicio las 24 horas del día.

Escuela primaria de élite

En su reportaje para Cox News, “Avanza acceso a la información” (Reforma, 2005), Rebecca Carr describe cómo Sumalee Limpaovart, ante el rechazo a su hija por parte de una escuela primaria pública de élite en Tailandia, obtuvo, mediante la ley de acceso a la información, resultados de exámenes que demostraban que su hija tuvo la misma calificación que una tercera parte de los estudiantes que fueron admitidos.

Había diferencias entre su hija y los niños que fueron aceptados en el plantel, eran el prestigio, la riqueza y los donativos a la escuela. Con la información obtenida Limpaovart inició una demanda ante el Consejo Estatal, el equivalente a un tribunal constitucional, con la objeción de que la escuela había violado una disposición de la Constitución que prohíbe la discriminación por raza, nacionalidad, lugar de nacimiento, edad y estatus social o económico. El Consejo no sólo estuvo de acuerdo con Limpaovart, sino que abolió la práctica de las admisiones de privilegio.

Niños hambrientos

Una anciana, que había caminado 14 millas con sus dos nietos, arribó exhausta a una reunión de promotores de la Campaña del Derecho a la Información de las Personas, en Nueva Delhi. Los niños, de seis y cuatro años de edad, tenían los ojos muy abiertos y las mejillas sumidas, estaban hambrientos.

El Director de la Campaña, Shekhar Singh, preguntó a la anciana por qué había realizado tal caminata. Ella respondió: “Soy viuda, mi hijo y mi nuera murieron, tengo estos dos nietos, y el alimento subsidiado que se supone me debe dar el gobierno no me ha llegado. Cuando voy a la tienda me dicen ‘Qué pena, no nos ha llegado su cupón del gobierno’. Entonces mis nietos se van a dormir con hambre. Esto ha pasado meses y meses. Me han dicho que si yo participo en este movimiento me van a dar comida para mis nietos”.

Los activistas supieron entonces que había más personas con el mismo problema que les relató la anciana. Les ayudaron a formular solicitudes de información en las que preguntaron al gobierno por los alimentos que había enviado a la tienda para ellas. Así supieron de las cantidades de alimentos subsidiados que el gobierno les estaba enviando a través de la tienda, pero el encargado de ésta les decía algo muy diferente: “Qué pena, no ha llegado su comida”.

Las solicitudes de información produjeron algo más que respuestas de parte del gobierno. De pronto, los dueños de la tienda les dijeron a quienes habían enviado solicitudes: “Qué creen, les traemos aquí sacos y sacos de comida, por favor tómenlos, y por favor quiten las solicitudes, ya no pidan información”.

La anciana, sus nietos y varias familias más tuvieron acceso de nueva cuenta a los alimentos subsidiados que les enviaba el gobierno.

Casa para sus hijos

Chanchala Devi y sus tres hijos vivían en una choza de lodo con techo con goteras, en una villa del estado de Jharkhand, India. Cuando se enteró de un programa gubernamental que podría dotarle de alrededor de 700 dólares para construir su vivienda con ladrillos y concreto llenó su solicitud, cita Lydia Polgreen en su reportaje “Right-to-Know Law gives India's poor a lever”, publicado por The New York Times.

Su perfil de obrera que vivía en la miseria la hacía idónea para recibir el anhelado apoyo. Pero durante los siguientes cuatro años vio cómo vecinos con más recursos que ella obtenían ese tipo de ayuda y construían casas fuertes.

Entonces, con la ayuda de un activista local usó la ley de derecho a la información. Entregó una solicitud para saber quiénes habían recibido la ayuda mientras ella esperaba, y las razones de ello.

Días después un funcionario del gobierno local le comunicó que su ayuda por fin había sido aprobada y pronto recibiría su cheque para empezar a construir su casa.

Maestro faltista

Otra historia en que los niños fueron la motivación para utilizar el DAIP es la de Mahavir, del Distrito de Tehri, India. En 2009 participó en un taller de la ley de derecho a la información. Él aplicó su aprendizaje para solicitar a la Oficina de Educación información relativa a la de asistencia de un maestro de escuela primaria a la que acudían 46 alumnos. En los últimos tres años el maestro sólo asistía 10 días al mes a la escuela.

Luego de recibir la solicitud, un funcionario de la Oficina de Educación visitó la comunidad. El maestro estaba ausente ese día y tuvieron que llamarlo a su casa. Durante la investigación se supo que además de no presentarse en la escuela tampoco había distribuido las becas escolares para los niños.

La Oficina de Educación emitió la orden que el maestro tenía que entregar a los niños el dinero asignado a las becas escolares y debía de asistir a la escuela todos los días.

Desde entonces, el profesor ha estado asistiendo a la escuela todos los días, las clases se llevan a cabo con regularidad y los niños están aprendiendo algo nuevo cada día.

Los casos hasta aquí descritos tienen en común un factor fundamental para la socialización del DAIP para efectos de que no sólo sea utilizado, sino también aprovechado: la participación de instructores que ayudaron a sus protagonistas a identificar en este derecho una posible vía para la solución a los problemas que afectaban a los niños, que les enseñaron cómo utilizarlo y les brindaron acompañamiento en el proceso; o bien, les dieron el servicio completo de gestoría.

2. EL PREÁMBULO, LA SENSIBILIZACIÓN DE LOS NIÑOS

Otra vertiente de la relación de los niños con el derecho de acceso a la información pública inicia cuando ellos logran reconocer la potencial utilidad de su aplicación, por ejemplo, para la mejora de circunstancias específicas de su entorno o para atender necesidades informativas escolares.

Alcanzar esa etapa produce en ellos reflexiones y aprendizajes de naturaleza diferente a los de sólo saber que existe este derecho, lo que contribuye al desarrollo de actitudes y conocimientos valiosos para su proceso de formación ciudadana.

Lograr la sensibilización respecto a la utilidad y las posibles aplicaciones del DAIP, como preámbulo a la etapa de ejercerlo, es muy conveniente debido a que abre el camino para encontrarle sentido a este derecho y utilizarlo con mayor conciencia y determinación.

No es lo mismo que los niños realicen solicitudes de información sólo porque así lo pida el instructor en un curso o el profesor de la clase, a que lo hagan motivados por la relación que advierten puede haber entre usar este derecho y un posible resultado satisfactorio a sus necesidades o intereses.

Por ejemplo, las vivencias sociales de los niños les ayudan a identificar en su comunidad deficiencias, insuficiencias o ausencia de servicios públicos, lo que puede ser otro punto de partida en la búsqueda de aplicaciones del DAIP.

En 2006, al término de una plática alusiva al Día Internacional del Derecho a Saber para alumnos de quinto grado de una escuela primaria pública ubicada en una zona marginada de San Luis Potosí, el profesor consultó a sus alumnos si tenían alguna pregunta o comentario para el expositor. Los escolares permanecieron en silencio, pensativos. El profesor insistió en busca de al menos una pregunta. La respuesta fue silencio absoluto.

¿Puede usted imaginar qué ocurría en las mentes de esas niñas y niños de 10 años de edad durante ese prolongado silencio? Tal vez trataban de acomodar y encontrarle sentido a la información que acababan de recibir, trataban de establecer vínculos entre los conceptos nuevos que acababan de escuchar y su contexto social. O tal vez sólo estaban aburridos.

De pronto, al fondo del salón, una niña levantó tímidamente la mano, se puso de pie, alisó su uniforme, dijo su nombre completo y preguntó: “¿Quiere decir que yo puedo pedir al gobierno información sobre cuándo van a pavimentar la calle de mi casa?”

La respuesta afirmativa a esa pregunta fue el detonador para que se levantaran muchas manitas: “¿podemos preguntar por qué no hay luz en nuestras calles?”, “¿sobre las alcantarillas del drenaje?”, “¿podemos preguntar por qué no hay vigilancia en las noches?”, “¿cuándo van a poner la reja de atrás en la escuela?”, y así siguió la lista de preguntas de aquellos niños, enfocadas en su mayoría a servicios públicos para su colonia.

Después, los alumnos empezaron a argumentar por qué su pregunta era más urgente o importante que las de sus demás compañeros. Habían descubierto aplicaciones de este novedoso derecho para circunstancias que resultaban de su interés por que las vivían a diario.

Antes de que el expositor saliera de aquella escuela fue alcanzado por la niña que hizo la pregunta que desencadenó la participación de sus compañeros. “Oiga –le preguntó– ¿y nuestros papás también pueden hacer solicitudes?” Tan pronto recibió la respuesta regresó corriendo hacia donde estaban sus compañeros y les gritó: “¡Que sí! ¡Dijo que sí pueden!”

3. APRENDER HACIENDO

¿Recuerda cómo aprendió a andar en bicicleta? ¿No podríamos aplicar un método semejante para que niños y niñas –y quienes ya no lo son– aprendan a ejercer el derecho de acceso a la información pública? Sólo se necesita una motivación o estímulo y la debida orientación; alguien que explique por qué, muestre para qué y enseñe cómo.

Quien nos enseñó a andar en bicicleta no nos dio discursos acerca de la libertad de tránsito para trasladarnos en ella, tampoco nos habló de los principios de la física que nos permitirían lograr el equilibrio. Aprendimos literalmente sobre la marcha, y pronto encontramos aplicaciones útiles y ventajas del uso de la bicicleta. Aprendimos haciendo.

De muy poco valdría saber que tenemos un nuevo derecho si no sabemos cómo emplearlo.

El hecho de que en México el ejercicio del DAIP esté muy vinculado a Internet (más del 96% de las miles de solicitudes de información que recibe la administración pública federal es por esa vía) favorece que en él puedan participar menores de edad con habilidades en el uso de computadoras e Internet.

Eso ha generado situaciones en que niños o adolescentes posibilitan que adultos puedan ejercer este derecho. Turati explica que en algunas comunidades “se ensayaron distintas estrategias, como juntar abuelos con nietos (los ancianos formulaban la pregunta y los jóvenes se lucían tecleando). Otros grupos de plano le pedían a algún chavalo abusado (…) que realizara la solicitud en su nombre”.

También hay casos en que niños y adolescentes ejercen por sí mismos el derecho de acceso a la información pública, y con éxito. De acuerdo a estadísticas del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) conforme a la edad reportada por solicitantes, durante poco más de 10 años de estar en vigor la ley federal de transparencia, 20,524 solicitudes realizadas a la administración pública federal corresponden a menores de edad. De ese total, 3,653 fueron formuladas en 2013.

Durante un reciente taller en Puebla del Programa Transparencia para Tod@s, para formar usuarios del DAIP, uno de los participantes acudía cada sábado acompañado de su pequeño hijo, quien al observar las actividades que él hacía se interesó y quiso saber cuál era el sueldo del presidente municipal.

Cuando el participante tuvo que formar a un aprendiz, como parte de los requisitos del taller, aprovechó para enseñar a su hijo la forma de enviar la solicitud por Internet. Pronto el menor recibió la respuesta en la que le orientaron para encontrar en la página web del municipio la información que había solicitado.

En otro de estos talleres, realizado en una escuela secundaria, una adolescente utilizó la ley de transparencia para obtener información relativa a los procedimientos legales para que ella pudiera disputar un bien intestado en su familia.

CONAGUA y presas

En 2005, el diario norteamericano San Diego Union Tribune publicó un amplio reportaje en el que exponía cómo “la ley de transparencia mexicana ha cambiado el balance de poder” a favor de los ciudadanos. En él cita el caso de un escolar de primaria que preguntó a la Comisión Nacional del Agua cuántas presas tiene México. “Es para mi tarea, por favor apúrense”, agregó a su solicitud.

Después de recibir la información que necesitaba, el niño envió otro mensaje a la dependencia: “Me saqué 10, gracias”.

¿Qué ha pasado con las nuevas aulas?

En 2010, Darío Cerda, de 10 años, envío al alcalde de Taltal, en Chile, una solicitud en la que requería información acerca de la demora en la construcción de salones en su escuela. Firmó su solicitud en calidad de presidente del 5º A.

Orientado por su mamá, escribió en su petición: “De acuerdo a la ley 20.285 de Transparencia, y para informar a mi curso, solicito a Usted, todos los antecedentes referentes a la ampliación de la escuela Victoriano Quinteros Soto, ya que necesitamos a la brevedad de dichas salas”.

Pero debido a que el alcalde no le respondió Darío hizo algo más, presentó su reclamo ante el Consejo para la Transparencia de su país. “No he recibido información solicitada sobre ampliación de salas de la escuela Victoriano Quinteros Soto”, fue el contenido de su inconformidad, que bastó para que el Consejo la atendiera.

A través de la Unidad de Mediación del Consejo se logró que la municipalidad de Taltal y el director de la escuela le respondieran al presidente del quinto grado, y así él pudo informar a sus representados que la obra aún no se había licitado.

Aunque Darío quiere ser ingeniero, a su mamá le gustaría que fuese político, para ayudar a la gente.

Puente y camino para escuela

En India, la Mountain Children’s Foundation ha impulsado en zonas rurales la realización de varios talleres para el uso de la ley de derecho a la información dirigidos a niños.

En uno de esos talleres, un niño se interesó en un proyecto que se había aprobado para la construcción de un puente y un camino, en la ciudad de Belwakhan, que facilitarían el acceso a una escuela. La obra llevaba varios años sin iniciar.
Hizo una solicitud de información al respecto. Poco después el puente fue construido, lo que ha evitado que los escolares tengan que bajar y subir por las empinadas laderas de un río. El pequeño solicitante está atento a que pronto inicie la construcción del camino.

Riesgos y accidentes

En otro taller de la Mountain Children’s Foundation, Devrat Varma, uno de los niños que lo cursó, preocupado por los accidentes y riesgos que ocasionaban grandes tubos de concreto que habían sido dejados en ambos lados de una carretera, presentó una solicitud de información ante el departamento de riego en la que preguntó cuándo serían retirados esos tubos.

A los pocos días de la solicitud los tubos fueron retirados. El resultado llenó de satisfacción a Devrat, pero sus padres no le creyeron que él tuvo que ver en la solución de ese problema, hasta que recibieron la visita de un ingeniero del departamento de riego. Éste les explicó que gracias a la solicitud de su hijo los tubos fueron retirados, terminando así con los accidentes que provocaban a conductores y peatones.

En sus comentarios acerca del taller, Devrat expresó que se trató de una experiencia completamente nueva. “Solía pensar –agregó– que el trabajo del gobierno sólo puede ser influenciado por la gente grande. Pero esta experiencia me ha demostrado que con un poco de atención y conciencia, y el buen uso de la ley RTI (derecho a la información), podemos resolver muchos de nuestros problemas”.

Una de las promotoras de estos talleres, Smita Patel, comentó que cuando el Jefe Comisionado de Información de Uttarakhand, Dr. R. S. Tolia, asistió a la apertura de un taller, confesó que era escéptico acerca de que pudiera haber buenos resultados al enseñar a los niños a elaborar solicitudes de información. Pero que ahora, al ver los resultados, estaba convencido de que ésa era la mejor manera de promover la ley de derecho a la información en las zonas rurales.

4. GIMNASIO PARA LA FORMACIÓN CIUDADANA

Una buena forma en que los niños se introduzcan al campo de sus derechos y responsabilidades es ejerciéndolos y reflexionando acerca de su razón de ser para encontrarles sentido. Los aprendizajes vivenciales que el ejercicio del DAIP puede aportar al desarrollo personal y a la formación ciudadana de quienes hoy son niños pueden ser invaluables.

Pasar de la adquisición de conocimientos al desarrollo de actitudes y habilidades para usar y aprovechar el derecho de acceso a la información pública implica algo más que seguir un procedimiento indicado en un manual, es necesario tener nociones de qué es el gobierno, cuáles son sus funciones esenciales, cómo está conformado y cuál es nuestra relación de gobernados con él.

Llegar a la mayoría de edad es insuficiente, en términos prácticos, para adquirir y ejercer la condición ciudadana. Más que un suceso cronológico, la condición ciudadana reclama de procesos de formación que trasciendan el plano de los conocimientos, y que permitan al niño, al adolescente y al joven asumir posturas responsables y tomar decisiones informadas en su creciente relación con la sociedad, el gobierno y su entorno. Y el DAIP, con la adecuada orientación para su uso, es un excelente medio para construir, ejercitar y desarrollar nuestras competencias ciudadanas.

Si somos capaces de incorporarlo a las prácticas de los diversos grupos sociales, el derecho de acceso a la información pública está llamado a ser el principal instrumento en los gimnasios de formación ciudadana, y contribuirá a elevar la calidad de las próximas generaciones de ciudadanos. En caso contrario, seguirá siendo un derecho de élite.

Quizás hemos subestimado las capacidades de niños y niñas para identificar y aprovechar aplicaciones prácticas de este derecho en asuntos propios de su interés personal o de su contexto, o hemos inadvertido las posibilidades de su aprovechamiento por parte de ellos.

Aquellos niños que han interactuado con autoridades públicas utilizando el derecho de acceso a la información pública han dado un gran paso en su formación cívica y, en algunos casos, experimentado un avance significativo en su conciencia respecto a determinados asuntos públicos.

Juan Pablo Guerrero y Maylí Sepúlveda destacan en su revisión de resultados del proyecto IFAI-Comunidades, que promovió el DAIP en grupos marginados, que “una de las principales virtudes del trabajo de EDNICA (Educación para el Niño Callejero) fue propiciar la participación de niños y niñas como sujetos plenos de derecho en el aquí y ahora, lo que contribuye a transformar las representaciones sociales tradicionales de la infancia que suele concebirse como una posibilidad en el futuro”.

El inevitable efecto expansivo de los aprendizajes vivenciales

Los casos de éxito en el uso del DAIP constituyen el recurso didáctico de mayor poder persuasivo respecto a su utilidad, y suelen producir aprendizajes significativos y hasta inspiradores. Algunas vías por las que hemos visto estos resultados son:

1) El conocimiento de este tipo de historias de resultados positivos relacionadas con el contexto o esfera de interés del aprendiz, y 2) Haber vivido la experiencia de lograr un caso de éxito, lo que permite hablar en primera persona de la eficacia de este derecho.

En la primera vía mencionada recordamos al director de una escuela primaria mexicana suburbana, que cursó uno de los talleres del programa Transparencia para Tod@s. Al conocer el caso de Darío Cerda quedó tan motivado que inmediatamente solicitó pláticas acerca de este derecho para los alumnos de los dos grupos de sexto grado de su plantel.

Esas pláticas finalizaron con ejercicios exploratorios. Cada alumno escribió solicitudes de información respecto a temas de su interés, luego discutieron su pertinencia con sus compañeros de equipo y las contrastaron con solicitudes elaboradas por otros equipos. También hicieron propuestas acerca de a cuales autoridades se deberían enviar sus solicitudes.

Así, esos escolares construyeron conocimientos, apoyados por el conductor de la actividad, respecto a diversas aplicaciones del DAIP para atender asuntos de su interés.

Varios de esos ejercicios preguntaban a las autoridades educativas qué se necesitaba para que abrieran una escuela secundaria en su comunidad, que sólo cuenta con una telesecundaria. Otros eran para saber cuándo se repararían ciertas calles y las áreas deportivas; otros eran para saber las razones de la falta de mantenimiento a un tanque de agua, respecto a mejoras para el alumbrado público, a la necesidad de disponer de computadoras, Internet y material didáctico en su escuela.

Una de las alumnas quería información respecto al procedimiento para que las autoridades realizaran campañas para educar a las personas a tirar la basura doméstica en lugares adecuados.

Otra escolar planteaba que debido a problemas en el abastecimiento de agua, familias de esa comunidad tenían que pagar el servicio de una camioneta para que les llevaran agua a sus casas, y pedía orientación para solucionar esa situación que resultaba costosa.

El director de esa escuela desea ahora talleres de aprovechamiento del DAIP para profesores y padres de familia. Y dijo que gestionaría la apertura de una escuela secundaria nocturna que aproveche el inmueble de la primaria que dirige.

Un ejemplo de la segunda vía (protagonistas de casos de éxito) es el de un joven maestro de un plantel del Conalep, que imparte la materia de Desarrollo Ciudadano.

Él cursó en una biblioteca pública un taller de aprovechamiento del DAIP, del programa Transparencia para Tod@s, que lo dejó muy satisfecho porque logró resolver problemas en servicios públicos. Eso lo motivó a gestionar que alumnos de su grupo participaran en otra edición del taller, y consideró su desempeño en él para sus calificaciones finales.

Consultado para la elaboración de este texto, el profesor dijo que su motivación para que alumnos de su grupo cursaran el taller es porque está convencido de que el acceso a la información pública “es una herramienta valiosísima para mejorar como sociedad y como país. Creo que mis alumnos –recordó– estaban en ese momento pasando por una etapa de su vida donde darles a conocer y capacitarles sobre sus derechos como ciudadanos mexicanos, pero más aún como seres humanos, resultaría fundamental para el resto de su existencia”.

Y añadió: “Debo comentar que en aquellos alumnos que asistieron a ese taller noté que desarrollaron su capacidad de análisis y de crítica hacia sus responsabilidades como mexicanos. Tuve la oportunidad de volver a encontrarles en el último semestre de su carrera y aún recordaban esa experiencia como algo muy valioso en su aprendizaje”.

Los niños y niñas protagonistas de los casos de éxito que hemos relatado aquí deberán tener ahora entre 14 y 20 años de edad. Es muy probable que todos ellos recuerden su experiencia con el DAIP, y que ésta haya contribuido a ampliar su visión respecto a su entorno sociopolítico y a autodescubrir sus capacidades para la exigibilidad de sus derechos.

El contexto escolar y la alfabetización informacional

Como hemos podido notar en lo expuesto en este artículo, el contexto escolar tiene una fuerte presencia en este tema. Citemos dos motivos de ello:

1) Por ser el foco en torno al que se realizan numerosas solicitudes de información –por ejemplo, la Secretaría de Educación Pública ocupa el segundo lugar en la administración pública federal en el número de solicitudes de información recibidas, con más de 43 mil en once años–.

2) Por ser el entorno idóneo para enseñar a niños y jóvenes los principios de la alfabetización informacional para el desarrollo de sus competencias informativas. Por ejemplo, poder identificar sus necesidades de información, localizarla, obtenerla, comprenderla y aplicarla con responsabilidad.

Un buen paso para avanzar en este último punto ha sido la incorporación de contenidos relativos al acceso a la información pública en libros de texto. Pero para evitar tratamientos superficiales o equívocos de esas lecciones (hay errores y enfoques exclusivos hacia el ámbito federal) es conveniente que también se promuevan la sensibilización, el conocimiento y las habilidades de los profesores en este tema, y brindarles el soporte de orientación que requieran a través de los órganos garantes de este derecho.

Así, desde un enfoque teórico-práctico, con actividades innovadoras aplicadas al ámbito escolar, el derecho de acceso a la información pública sería mucho más que otra lección en los libros de texto.

Se abordaría como contenido pero también como herramienta de trabajo escolar, y podría generar experiencias y resultados que fortalecerían el proceso de formación cívico-académica de los alumnos, cuyos beneficios y efectos, como hemos visto en los ejemplos aquí expuestos, pueden extenderse a su ámbito familiar, vecinal o comunitario.

No se plantea que necesariamente todos los escolares deban hacer solicitudes de información, dado que el ejercicio del DAIP no consiste de manera exclusiva en formular peticiones informativas. Pero sí, en aquellos grados educativos en que resulte pertinente utilizar este derecho como actividad auxiliar en ciertas materias, bajo la guía y orientación de los profesores, se involucre a todos los alumnos.

Por ejemplo, organizados en equipos, pueden participar en el análisis y uso de los procedimientos para la obtención de determinada información pública vinculada a objetivos de aprendizaje.

Las habilidades casi naturales que poseen los niños para el uso de las tecnologías de la información y comunicación son un factor que facilitaría el ejercicio del DAIP –en las aulas de medios o bibliotecas, por ejemplo– mediante la Internet.

En las escuelas que no cuenten con esos recursos podría optarse por medios alternativos como los módulos digitales de bibliotecas públicas, correo postal, teléfono o la entrega personal de la solicitud por escrito a las autoridades que estén al alcance.

De esta forma estaríamos impulsando un proceso más integral en la formación de nuestros niños, ya que no sólo estarían asimilando ideas y conceptos acerca de este derecho, sino que su experiencia con él, con la debida orientación, estimularía el desarrollo de habilidades y actitudes que si bien les son de utilidad en esa etapa de su vida, lo serán aún más para su deseable condición futura de ciudadanos participativos.