Los niños y el derecho de acceso a la información pública
Por
Samuel Bonilla.
Coordinador del Programa Transparencia para Tod@s
y de México Infórmate en San Luis Potosí. ethoscom@yahoo.com
En
la tarea de socializar el derecho de acceso a la información pública (DAIP) con
menores de edad, ¿cómo estamos promoviendo el enfoque de su ejercicio y
aprovechamiento? Conviene reflexionar acerca de las diversas alternativas que
puede haber en la relación que niños y niñas pueden tener con este derecho y,
en particular, acerca de cuáles de sus aplicaciones pueden ser de su pertinencia
y utilidad, y de cómo lo pueden aprovechar.
Aunque no se requiere ser mayor de edad
para ejercer el DAIP, ésa la impresión que se tiene porque el discurso
dominante ubica a los adultos, y acaso a los jóvenes, como público meta de este
derecho. La propia Constitución dispone que “Toda persona, sin necesidad de
acreditar interés alguno o justificar su utilización, tendrá acceso gratuito a
la información pública”.
La
relación de los niños con el ejercicio del derecho de acceso a la información
pública ofrece, desde nuestra perspectiva, dos vertientes principales. La
primera, cuando las circunstancias que ellos viven son la motivación para que
algún adulto, por lo general sus padres, utilice este derecho.
La
segunda vertiente consiste cuando ellos mismos logran identificar aplicaciones
útiles del DAIP o, incluso, en un nivel más allá de la sensibilización, lo utilizan
para satisfacer sus propias necesidades informativas o para procurar alguna
mejora en su comunidad.
Es
decir, los niños como objeto del uso del derecho de acceso a la información
pública, y los niños como usuarios de este derecho. Demos un vistazo a estas
dos vertientes.
1. EL DAIP BENEFICIA A NIÑOS
Adultos preocupados por
circunstancias diversas en que se encuentran sus hijos, nietos o sobrinos, han
descubierto en el derecho de acceso a la información pública una valiosa
herramienta para, al menos, explorar alternativas factibles que ayuden a
mejorar las condiciones de los menores. El primer paso para lograrlo ha consistido
en la capacidad de visibilizar un vínculo útil entre su uso y las opciones de
solución a problemas que afectaban a los niños.
"Anótele ái que cómo consigo beca para mi
hijo", fue una de las peticiones que habitantes
de Amatlán de los Reyes, Veracruz, realizaron en el proyecto IFAI-Comunidades, para
ser presentada como solicitud de acceso a la
información, referida en un reportaje de
Marcela Turati en la revista Proceso.
Es así como, en la simple búsqueda
de satisfacer una necesidad o de resolver un problema relacionado con niños,
algunos adultos han conseguido el beneficio que buscaban utilizando el DAIP o se
aproximaron a la posibilidad de alcanzarlo.
Becas deportivas
A finales de 2011, la madre
de dos niños deportistas acudió personalmente a pedir al responsable de
deportes de su municipio los nombres de quienes habían resultado beneficiados
con becas de programas deportivos. El funcionario no le quiso proporcionar esa
información. Pero cuando la señora le comentó que entonces haría uso de la ley
de acceso a la información para obtener esos datos, el servidor público modificó
su postura y le pidió que regresara en enero y le daría becas para sus hijos.
Atención médica gratuita
Una bibliotecaria que vive en un pequeño
municipio carente de muchos servicios, gracias a una solicitud de información
al Instituto de la Mujer de su estado, logró que la hija de una amiga pudiera
recibir en forma gratuita atención psicológica profesional que la menor
requería.
En su
respuesta a la solicitud de información el instituto también puso a su
disposición servicios de grupos de autoayuda, así como asesoría vía telefónica
a través de números de marcación gratuita con servicio las 24 horas del día.
Escuela primaria de élite
En su
reportaje para Cox News, “Avanza acceso a la información” (Reforma, 2005), Rebecca Carr describe cómo Sumalee Limpaovart, ante el rechazo a su hija por parte de una escuela primaria pública de élite
en Tailandia, obtuvo, mediante la ley de acceso a la información, resultados de
exámenes que demostraban que su hija tuvo la misma calificación que una tercera
parte de los estudiantes que fueron admitidos.
Había diferencias
entre su hija y los niños que fueron aceptados en el plantel, eran el
prestigio, la riqueza y los donativos a la escuela. Con la información obtenida
Limpaovart inició una demanda ante el Consejo Estatal, el equivalente a un tribunal
constitucional, con la objeción de que la escuela había violado una disposición
de la Constitución que prohíbe la discriminación por raza, nacionalidad, lugar
de nacimiento, edad y estatus social o económico. El Consejo no sólo estuvo de
acuerdo con Limpaovart, sino que abolió la práctica de las admisiones de
privilegio.
Niños hambrientos
Una anciana, que había caminado 14 millas con
sus dos nietos, arribó exhausta a una reunión de promotores de la Campaña del
Derecho a la Información de las Personas, en Nueva Delhi. Los niños, de seis y
cuatro años de edad, tenían los ojos muy abiertos y las mejillas sumidas,
estaban hambrientos.
El Director de la Campaña, Shekhar Singh, preguntó
a la anciana por qué había realizado tal caminata. Ella respondió: “Soy viuda,
mi hijo y mi nuera murieron, tengo estos dos nietos, y el alimento subsidiado
que se supone me debe dar el gobierno no me ha llegado. Cuando voy a la tienda
me dicen ‘Qué pena, no nos ha llegado su cupón del gobierno’. Entonces mis nietos
se van a dormir con hambre. Esto ha pasado meses y meses. Me han dicho que si
yo participo en este movimiento me van a dar comida para mis nietos”.
Los activistas supieron entonces que había más
personas con el mismo problema que les relató la anciana. Les ayudaron a
formular solicitudes de información en las que preguntaron al gobierno por los
alimentos que había enviado a la tienda para ellas. Así supieron de las
cantidades de alimentos subsidiados que el gobierno les estaba enviando a
través de la tienda, pero el encargado de ésta les decía algo muy diferente:
“Qué pena, no ha llegado su comida”.
Las solicitudes de información produjeron algo
más que respuestas de parte del gobierno. De pronto, los dueños de la tienda
les dijeron a quienes habían enviado solicitudes: “Qué creen, les traemos aquí
sacos y sacos de comida, por favor tómenlos, y por favor quiten las
solicitudes, ya no pidan información”.
La anciana, sus nietos y varias familias más
tuvieron acceso de nueva cuenta a los alimentos subsidiados que les enviaba el
gobierno.
Casa para sus hijos
Chanchala Devi y sus tres hijos vivían en una choza de lodo con
techo con goteras, en una villa del estado de Jharkhand, India. Cuando se
enteró de un programa gubernamental que podría dotarle de alrededor de 700
dólares para construir su vivienda con ladrillos y concreto llenó su solicitud,
cita Lydia Polgreen en su reportaje “Right-to-Know Law gives India's poor a lever”,
publicado por The New York Times.
Su
perfil de obrera que vivía en la miseria la hacía idónea para recibir el
anhelado apoyo. Pero durante los siguientes cuatro
años vio cómo vecinos con más recursos que ella obtenían ese tipo de ayuda y
construían casas fuertes.
Entonces, con la ayuda de un activista local usó la ley de derecho
a la información. Entregó una solicitud para saber quiénes habían recibido la
ayuda mientras ella esperaba, y las razones de ello.
Días después un funcionario del gobierno local le comunicó que su ayuda
por fin había sido aprobada y pronto recibiría su cheque para empezar a
construir su casa.
Maestro faltista
Otra historia en que los niños fueron la motivación para utilizar
el DAIP es la de Mahavir, del Distrito de Tehri, India. En 2009 participó en un
taller de la ley de derecho a la información. Él aplicó su aprendizaje para solicitar
a la Oficina de Educación información relativa a la de asistencia de un maestro
de escuela primaria a la que acudían 46 alumnos. En los últimos tres años el
maestro sólo asistía 10 días al mes a la escuela.
Luego de recibir la solicitud, un funcionario de la Oficina de
Educación visitó la comunidad. El maestro estaba ausente ese día y tuvieron que
llamarlo a su casa. Durante la investigación se supo que además de no
presentarse en la escuela tampoco había distribuido las becas escolares para
los niños.
La Oficina de Educación emitió la orden que el maestro tenía que
entregar a los niños el dinero asignado a las becas escolares y debía de asistir
a la escuela todos los días.
Desde entonces, el profesor ha estado asistiendo a
la escuela todos los días, las clases se llevan a cabo con regularidad y los
niños están aprendiendo algo nuevo cada día.
Los casos hasta aquí
descritos tienen en común un factor fundamental para la socialización del DAIP
para efectos de que no sólo sea utilizado, sino también aprovechado: la
participación de instructores que ayudaron a sus protagonistas a identificar en
este derecho una posible vía para la solución a los problemas que afectaban a
los niños, que les enseñaron cómo utilizarlo y les brindaron acompañamiento en
el proceso; o bien, les dieron el servicio completo de gestoría.
2. EL PREÁMBULO, LA SENSIBILIZACIÓN DE LOS NIÑOS
Otra
vertiente de la relación de los niños con el derecho de acceso a la información
pública inicia cuando ellos logran reconocer la potencial utilidad de su
aplicación, por ejemplo, para la mejora de circunstancias específicas de su
entorno o para atender necesidades informativas escolares.
Alcanzar
esa etapa produce en ellos reflexiones y aprendizajes de naturaleza diferente a
los de sólo saber que existe este derecho, lo que contribuye al desarrollo de
actitudes y conocimientos valiosos para su proceso de formación ciudadana.
Lograr
la sensibilización respecto a la utilidad y las posibles aplicaciones del DAIP,
como preámbulo a la etapa de ejercerlo, es muy conveniente debido a que abre el
camino para encontrarle sentido a este derecho y utilizarlo con mayor
conciencia y determinación.
No
es lo mismo que los niños realicen solicitudes de información sólo porque así
lo pida el instructor en un curso o el profesor de la clase, a que lo hagan
motivados por la relación que advierten puede haber entre usar este derecho y
un posible resultado satisfactorio a sus necesidades o intereses.
Por ejemplo, las vivencias sociales de
los niños les ayudan a identificar en su comunidad deficiencias, insuficiencias
o ausencia de servicios públicos, lo que puede ser otro punto de partida en la
búsqueda de aplicaciones del DAIP.
En 2006, al término de
una plática alusiva al Día Internacional del Derecho a Saber para alumnos de quinto
grado de una escuela primaria pública ubicada en una zona marginada de San Luis
Potosí, el profesor consultó a sus alumnos si tenían alguna pregunta o
comentario para el expositor. Los escolares permanecieron en silencio, pensativos.
El profesor insistió en busca de al menos una pregunta. La respuesta fue
silencio absoluto.
¿Puede
usted imaginar qué ocurría en las mentes de esas niñas y niños de 10 años de
edad durante ese prolongado silencio? Tal vez trataban de acomodar y
encontrarle sentido a la información que acababan de recibir, trataban de
establecer vínculos entre los conceptos nuevos que acababan de escuchar y su
contexto social. O tal vez sólo estaban aburridos.
De
pronto, al fondo del salón, una niña levantó tímidamente la mano, se puso de
pie, alisó su uniforme, dijo su nombre completo y preguntó: “¿Quiere decir que
yo puedo pedir al gobierno información sobre cuándo van a pavimentar la calle
de mi casa?”
La
respuesta afirmativa a esa pregunta fue el detonador para que se levantaran muchas
manitas: “¿podemos preguntar por qué no hay luz en nuestras calles?”, “¿sobre
las alcantarillas del drenaje?”, “¿podemos preguntar por qué no hay vigilancia
en las noches?”, “¿cuándo van a poner la reja de atrás en la escuela?”, y así
siguió la lista de preguntas de aquellos niños, enfocadas en su mayoría a
servicios públicos para su colonia.
Después,
los alumnos empezaron a argumentar por qué su pregunta era más urgente o
importante que las de sus demás compañeros. Habían descubierto aplicaciones de
este novedoso derecho para circunstancias que resultaban de su interés por que
las vivían a diario.
Antes de que el expositor
saliera de aquella escuela fue alcanzado por la niña que hizo la pregunta que
desencadenó la participación de sus compañeros. “Oiga –le preguntó– ¿y nuestros
papás también pueden hacer solicitudes?” Tan pronto recibió la respuesta
regresó corriendo hacia donde estaban sus compañeros y les gritó: “¡Que sí!
¡Dijo que sí pueden!”
3. APRENDER HACIENDO
¿Recuerda
cómo aprendió a andar en bicicleta? ¿No podríamos aplicar un método semejante
para que niños y niñas –y quienes ya no lo son– aprendan a ejercer el derecho
de acceso a la información pública? Sólo se necesita una motivación o estímulo
y la debida orientación; alguien que explique por qué, muestre para qué y enseñe
cómo.
Quien
nos enseñó a andar en bicicleta no nos dio discursos acerca de la libertad de
tránsito para trasladarnos en ella, tampoco nos habló de los principios de la
física que nos permitirían lograr el equilibrio. Aprendimos literalmente sobre
la marcha, y pronto encontramos aplicaciones útiles y ventajas del uso de la
bicicleta. Aprendimos haciendo.
De
muy poco valdría saber que tenemos un nuevo derecho si no sabemos cómo emplearlo.
El
hecho de que en México el ejercicio del DAIP esté muy vinculado a Internet (más
del 96% de las miles de solicitudes de información que recibe la administración
pública federal es por esa vía) favorece que en él puedan participar menores de
edad con habilidades en el uso de computadoras e Internet.
Eso
ha generado situaciones en que niños o adolescentes posibilitan que adultos
puedan ejercer este derecho. Turati explica que en algunas comunidades “se
ensayaron distintas estrategias, como juntar abuelos con nietos (los ancianos
formulaban la pregunta y los jóvenes se lucían tecleando). Otros grupos de
plano le pedían a algún chavalo abusado (…) que realizara la solicitud en su
nombre”.
También
hay casos en que niños y adolescentes ejercen por sí mismos el derecho de
acceso a la información pública, y con éxito. De acuerdo a estadísticas del
Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) conforme
a la edad reportada por solicitantes, durante poco más de 10 años de estar en
vigor la ley federal de transparencia, 20,524 solicitudes realizadas a la
administración pública federal corresponden a menores de edad. De ese total, 3,653
fueron formuladas en 2013.
Durante
un reciente taller en Puebla del Programa Transparencia para Tod@s, para formar
usuarios del DAIP, uno de los participantes acudía cada sábado acompañado de su
pequeño hijo, quien al observar las actividades que él hacía se interesó y
quiso saber cuál era el sueldo del presidente municipal.
Cuando
el participante tuvo que formar a un aprendiz, como parte de los requisitos del
taller, aprovechó para enseñar a su hijo la forma de enviar la solicitud por
Internet. Pronto el menor recibió la respuesta en la que le orientaron para
encontrar en la página web del municipio la información que había solicitado.
En
otro de estos talleres, realizado en una escuela secundaria, una adolescente utilizó
la ley de transparencia para obtener información relativa a los procedimientos legales
para que ella pudiera disputar un bien intestado en su familia.
CONAGUA y presas
En
2005, el
diario norteamericano San Diego Union Tribune publicó un amplio reportaje en el
que exponía cómo “la ley de transparencia
mexicana ha cambiado el balance de poder” a favor de los ciudadanos. En él cita el caso de
un escolar de primaria que preguntó a la Comisión Nacional del Agua cuántas
presas tiene México. “Es para mi tarea, por favor apúrense”, agregó a su
solicitud.
Después de recibir la información que
necesitaba, el niño envió otro mensaje a la dependencia: “Me saqué 10,
gracias”.
¿Qué ha pasado con las nuevas aulas?
En 2010, Darío Cerda, de 10
años, envío al alcalde de Taltal, en Chile, una solicitud en la que requería
información acerca de la demora en la construcción de salones en su escuela.
Firmó su solicitud en calidad de presidente del 5º A.
Orientado por su mamá,
escribió en su petición: “De acuerdo a la ley 20.285 de Transparencia, y para
informar a mi curso, solicito a Usted, todos los antecedentes referentes a la
ampliación de la escuela Victoriano Quinteros Soto, ya que necesitamos a la
brevedad de dichas salas”.
Pero debido a que el alcalde
no le respondió Darío hizo algo más, presentó su reclamo ante el Consejo para
la Transparencia de su país. “No he recibido información solicitada sobre
ampliación de salas de la escuela Victoriano Quinteros Soto”, fue el contenido
de su inconformidad, que bastó para que el Consejo la atendiera.
A través de la Unidad de
Mediación del Consejo se logró que la municipalidad de Taltal y el director de
la escuela le respondieran al presidente del quinto grado, y así él pudo informar
a sus representados que la obra aún no se había licitado.
Aunque Darío quiere ser
ingeniero, a su mamá le gustaría que fuese político, para ayudar a la gente.
Puente y camino para
escuela
En India, la Mountain
Children’s Foundation ha impulsado en zonas rurales la realización de varios
talleres para el uso de la ley de derecho a la información dirigidos a niños.
En uno de esos talleres, un
niño se interesó en un proyecto que se había aprobado para la construcción de
un puente y un camino, en la ciudad de Belwakhan, que facilitarían el acceso a
una escuela. La obra llevaba varios años sin iniciar.
Hizo una solicitud de información
al respecto. Poco después el puente fue construido, lo que ha evitado que los
escolares tengan que bajar y subir por las empinadas laderas de un río. El
pequeño solicitante está atento a que pronto inicie la construcción del camino.
Riesgos y accidentes
En otro taller de la Mountain Children’s Foundation, Devrat Varma, uno de los niños que lo cursó,
preocupado por los accidentes y riesgos que ocasionaban grandes tubos de
concreto que habían sido dejados en ambos lados de una carretera, presentó una
solicitud de información ante el departamento de riego en la que preguntó
cuándo serían retirados esos tubos.
A los pocos días de la solicitud los tubos
fueron retirados. El resultado llenó de satisfacción a Devrat,
pero sus padres no le creyeron que él tuvo que ver en la solución de ese
problema, hasta que recibieron la visita de un ingeniero
del departamento de riego. Éste les
explicó que gracias a la solicitud de su hijo los tubos fueron retirados,
terminando así con los accidentes que provocaban a conductores y peatones.
En sus comentarios acerca del taller, Devrat expresó que
se trató de una experiencia completamente nueva. “Solía pensar –agregó– que el trabajo del gobierno sólo puede ser influenciado por la gente grande.
Pero esta experiencia me ha demostrado
que con un poco de atención y
conciencia, y el buen uso de
la ley RTI (derecho a la información),
podemos resolver muchos de nuestros
problemas”.
Una de las promotoras de estos talleres,
Smita Patel,
comentó que cuando el Jefe Comisionado de Información de Uttarakhand,
Dr. R. S. Tolia, asistió a la apertura de un taller, confesó que era escéptico
acerca de que pudiera haber buenos resultados al enseñar a los niños a elaborar
solicitudes de información. Pero que ahora, al ver los resultados, estaba
convencido de que ésa era la mejor manera de promover la ley de derecho a la
información en las zonas rurales.
4. GIMNASIO PARA LA FORMACIÓN CIUDADANA
Una buena forma en que los
niños se introduzcan al campo de sus derechos y responsabilidades es
ejerciéndolos y reflexionando acerca de su razón de ser para encontrarles
sentido. Los aprendizajes vivenciales que el ejercicio del DAIP puede aportar
al desarrollo personal y a la formación ciudadana de quienes hoy son niños pueden
ser invaluables.
Pasar de la adquisición de
conocimientos al desarrollo de actitudes y habilidades para usar y aprovechar
el derecho de acceso a la información pública implica algo más que seguir un
procedimiento indicado en un manual, es necesario tener nociones de qué es el
gobierno, cuáles son sus funciones esenciales, cómo está conformado y cuál es
nuestra relación de gobernados con él.
Llegar a la mayoría de edad
es insuficiente, en términos prácticos, para adquirir y ejercer la condición
ciudadana. Más que un suceso cronológico, la condición ciudadana reclama de
procesos de formación que trasciendan el plano de los conocimientos, y que
permitan al niño, al adolescente y al joven asumir posturas responsables y
tomar decisiones informadas en su creciente relación con la sociedad, el
gobierno y su entorno. Y el DAIP, con la adecuada orientación para su uso, es
un excelente medio para construir, ejercitar y desarrollar nuestras
competencias ciudadanas.
Si somos capaces de
incorporarlo a las prácticas de los diversos grupos sociales, el derecho de
acceso a la información pública está llamado a ser el principal instrumento en
los gimnasios de formación ciudadana, y contribuirá a elevar la calidad de las
próximas generaciones de ciudadanos. En caso contrario, seguirá siendo un
derecho de élite.
Quizás hemos subestimado las
capacidades de niños y niñas para identificar y aprovechar aplicaciones
prácticas de este derecho en asuntos propios de su interés personal o de su
contexto, o hemos inadvertido las posibilidades de su aprovechamiento por parte
de ellos.
Aquellos niños que han
interactuado con autoridades públicas utilizando el derecho de acceso a la
información pública han dado un gran paso en su formación cívica y, en algunos
casos, experimentado un avance significativo en su conciencia respecto a
determinados asuntos públicos.
Juan Pablo Guerrero y Maylí
Sepúlveda destacan en su revisión de resultados del proyecto IFAI-Comunidades, que
promovió el DAIP en grupos marginados, que “una de las principales virtudes del
trabajo de EDNICA (Educación para el Niño Callejero) fue propiciar la
participación de niños y niñas como sujetos plenos de derecho en el aquí y
ahora, lo que contribuye a transformar las representaciones sociales
tradicionales de la infancia que suele concebirse como una posibilidad en el
futuro”.
El inevitable efecto expansivo de los aprendizajes
vivenciales
Los casos de éxito en el uso
del DAIP constituyen el recurso didáctico de mayor poder persuasivo respecto a su
utilidad, y suelen producir aprendizajes significativos y hasta inspiradores. Algunas
vías por las que hemos visto estos resultados son:
1) El conocimiento de este
tipo de historias de resultados positivos relacionadas con el contexto o esfera
de interés del aprendiz, y 2) Haber vivido la experiencia de lograr un caso de
éxito, lo que permite hablar en primera persona de la eficacia de este derecho.
En la primera vía mencionada
recordamos al director de una escuela primaria mexicana suburbana, que cursó uno
de los talleres del programa Transparencia para Tod@s. Al conocer el caso de
Darío Cerda quedó tan motivado que inmediatamente solicitó pláticas acerca de
este derecho para los alumnos de los dos grupos de sexto grado de su plantel.
Esas pláticas finalizaron
con ejercicios exploratorios. Cada alumno escribió solicitudes de información
respecto a temas de su interés, luego discutieron su pertinencia con sus
compañeros de equipo y las contrastaron con solicitudes elaboradas por otros
equipos. También hicieron propuestas acerca de a cuales autoridades se deberían
enviar sus solicitudes.
Así, esos escolares construyeron
conocimientos, apoyados por el conductor de la actividad, respecto a diversas
aplicaciones del DAIP para atender asuntos de su interés.
Varios de esos ejercicios
preguntaban a las autoridades educativas qué se necesitaba para que abrieran una
escuela secundaria en su comunidad, que sólo cuenta con una telesecundaria.
Otros eran para saber cuándo se repararían ciertas calles y las áreas
deportivas; otros eran para saber las razones de la falta de mantenimiento a un
tanque de agua, respecto a mejoras para el alumbrado público, a la necesidad de
disponer de computadoras, Internet y material didáctico en su escuela.
Una de las alumnas quería
información respecto al procedimiento para que las autoridades realizaran
campañas para educar a las personas a tirar la basura doméstica en lugares
adecuados.
Otra escolar planteaba que
debido a problemas en el abastecimiento de agua, familias de esa comunidad
tenían que pagar el servicio de una camioneta para que les llevaran agua a sus
casas, y pedía orientación para solucionar esa situación que resultaba costosa.
El director de
esa escuela desea ahora talleres de aprovechamiento del DAIP para profesores y
padres de familia. Y dijo que gestionaría la apertura de una escuela secundaria
nocturna que aproveche el inmueble de la primaria que dirige.
Un ejemplo de la segunda vía
(protagonistas de casos de éxito) es el de un joven maestro de un plantel del Conalep,
que imparte la materia de Desarrollo Ciudadano.
Él cursó en una biblioteca
pública un taller de aprovechamiento del DAIP, del programa Transparencia para
Tod@s, que lo dejó muy satisfecho porque logró resolver problemas en servicios
públicos. Eso lo motivó a gestionar que alumnos de su grupo participaran en
otra edición del taller, y consideró su desempeño en él para sus calificaciones
finales.
Consultado para la
elaboración de este texto, el profesor dijo que su motivación para que alumnos
de su grupo cursaran el taller es porque está convencido de que el acceso a la
información pública “es una herramienta
valiosísima para mejorar como sociedad y como país. Creo que mis alumnos
–recordó– estaban en ese momento pasando por una etapa de su vida donde darles
a conocer y capacitarles sobre sus derechos como ciudadanos mexicanos, pero más
aún como seres humanos, resultaría fundamental para el resto de su existencia”.
Y añadió: “Debo comentar que en aquellos alumnos que asistieron a ese
taller noté que desarrollaron su capacidad de análisis y de crítica hacia sus
responsabilidades como mexicanos. Tuve la oportunidad de volver a encontrarles
en el último semestre de su carrera y aún recordaban esa experiencia como algo
muy valioso en su aprendizaje”.
Los niños y niñas
protagonistas de los casos de éxito que hemos relatado aquí deberán tener ahora
entre 14 y 20 años de edad. Es muy probable que todos ellos recuerden su
experiencia con el DAIP, y que ésta haya contribuido a ampliar su visión
respecto a su entorno sociopolítico y a autodescubrir sus capacidades para la
exigibilidad de sus derechos.
El contexto escolar y la alfabetización informacional
Como hemos podido notar en lo
expuesto en este artículo, el contexto escolar tiene una fuerte presencia en este
tema. Citemos dos motivos de ello:
1) Por ser el foco en torno
al que se realizan numerosas solicitudes de información –por ejemplo, la
Secretaría de Educación Pública ocupa el segundo lugar en la administración
pública federal en el número de solicitudes de información recibidas, con más
de 43 mil en once años–.
2) Por ser el entorno idóneo
para enseñar a niños y jóvenes los principios de la alfabetización
informacional para el desarrollo de sus competencias informativas. Por ejemplo,
poder identificar sus necesidades de información, localizarla, obtenerla,
comprenderla y aplicarla con responsabilidad.
Un buen paso para avanzar en
este último punto ha sido la incorporación de contenidos relativos al acceso a
la información pública en libros de texto. Pero para evitar tratamientos superficiales
o equívocos de esas lecciones (hay errores y enfoques exclusivos hacia el
ámbito federal) es conveniente que también se promuevan la sensibilización, el conocimiento
y las habilidades de los profesores en este tema, y brindarles el soporte de orientación
que requieran a través de los órganos garantes de este derecho.
Así, desde un enfoque
teórico-práctico, con actividades innovadoras aplicadas al ámbito escolar, el
derecho de acceso a la información pública sería mucho más que otra lección en los
libros de texto.
Se abordaría como contenido pero
también como herramienta de trabajo escolar, y podría generar experiencias y
resultados que fortalecerían el proceso de formación cívico-académica de los
alumnos, cuyos beneficios y efectos, como hemos visto en los ejemplos aquí
expuestos, pueden extenderse a su ámbito familiar, vecinal o comunitario.
No se plantea que necesariamente
todos los escolares deban hacer solicitudes de información, dado que el
ejercicio del DAIP no consiste de manera exclusiva en formular peticiones
informativas. Pero sí, en aquellos grados educativos en que resulte pertinente
utilizar este derecho como actividad auxiliar en ciertas materias, bajo la guía
y orientación de los profesores, se involucre a todos los alumnos.
Por ejemplo, organizados en
equipos, pueden participar en el análisis y uso de los procedimientos para la
obtención de determinada información pública vinculada a objetivos de
aprendizaje.
Las habilidades casi
naturales que poseen los niños para el uso de las tecnologías de la información
y comunicación son un factor que facilitaría el ejercicio del DAIP –en las
aulas de medios o bibliotecas, por ejemplo– mediante la Internet.
En las escuelas que no
cuenten con esos recursos podría optarse por medios alternativos como los
módulos digitales de bibliotecas públicas, correo postal, teléfono o la entrega
personal de la solicitud por escrito a las autoridades que estén al alcance.
De esta forma estaríamos
impulsando un proceso más integral en la formación de nuestros niños, ya que no
sólo estarían asimilando ideas y conceptos acerca de este derecho, sino que su
experiencia con él, con la debida orientación, estimularía el desarrollo de
habilidades y actitudes que si bien les son de utilidad en esa etapa de su
vida, lo serán aún más para su deseable condición futura de ciudadanos
participativos.