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viernes, 18 de marzo de 2016

La sensibilización, prerrequisito deseable para el uso y aprovechamiento del DAIP

Por Samuel Bonilla.

Después de buscar infructuosamente durante varios años el apoyo del IFAI (ahora INAI) para impulsar los talleres de Formación de Usuarios para el Aprovechamiento Popular del Derecho de Acceso a la Información Pública (DAIP), del Programa Transparencia para Tod@s, sorpresivamente, a finales del año pasado, ese instituto emitió una convocatoria del Programa de Socialización de Derechos (Prosede) para apoyar talleres en este campo.

Debido a que los proyectos propuestos debían concluirse en diciembre, no se disponía del tiempo suficiente para convocar, organizar y llevar a cabo nuestros talleres, que tienen una duración promedio de dos meses. En su lugar propusimos −a través y gracias a la Red de México Infórmate− sesiones interactivas de sensibilización sobre la utilidad social del DAIP, a realizarse en la ciudad de San Luis Potosí.

Estas sesiones consistieron en presentar una amplia diversidad de historias reales de cómo, personas ordinarias, han logrado mejorar su calidad de vida o alcanzado otros beneficios al utilizar el derecho de acceso a la información pública. Esos casos de éxito son producto de los 44 talleres que hemos impartido durante nueve años en cinco estados de la república, así como también del trabajo de investigación que sobre la utilidad social del DAIP realiza el Programa Transparencia para Tod@s.

Al finalizar cada una de las sesiones el porcentaje de participantes que identificó nuevas aplicaciones del DAIP, respecto a las que conocían, fue del 90% o más; el mismo nivel ocupó quienes expresaron su deseo de ejercer este derecho, así como de quienes dijeron que había cambiado su percepción acerca del DAIP después de conocer los casos de éxito que se les presentaron.

Las siguientes son algunas de las respuestas de quienes participaron en esas sesiones a la pregunta “¿de qué manera cambió su percepción acerca del derecho de acceso a la información pública después de esta sesión?”:

“En sentido positivo, la utilidad es inimaginable”; “Me amplió las posibilidades de ejercer el derecho y de obtener resultados favorables”; “Son muchas más áreas de las que pensaba en las que el DAIP me puede dar beneficios”; “Ahora sé que puedo hacer mucho con imaginación”; “Los diferentes usos, me abre una visión más amplia sobre el uso y aplicación del DAIP”; “En ampliar el panorama de cómo ejercer el derecho”; “Ahora me doy cuenta que es útil (el DAIP) para todas las necesidades de la sociedad, sin importar el estatus social o cultural”; “No sabía el alcance que podía tener una solicitud de información, fue muy valiosa la exposición porque ahora sé la utilidad que puede llegar a tener este derecho”; “Un mundo de ideas para solicitar información de cualquier tipo de institución pública”; “Honestamente pensé que sólo era un discurso público y que no tenía ninguna utilidad. Ahora considero que es muy útil en muchos ámbitos, sobre todo para el trabajo que desempeño”.

“Es de gran utilidad para todas las áreas, su utilidad es ilimitada”; “No sabía que podía tener tantos usos. Es de mucha ayuda”; “Creí que era para el enfoque de administración de recursos, pero la información puede utilizarse en muchas áreas”; “Sólo sabía que era para la transparencia, no que en verdad era tan útil”; “Ahora entiendo los verdaderos usos del DAIP y los beneficios que este conlleva”; “Lo entendí mejor y mi visión ya fue más global”; “No sólo puedes ejercer este derecho en cuestiones de gastos de impuestos, sino también en muchas otras cuestiones tanto públicas, privadas y propias”; “Veo que sirve para muchas más cosas”; “Hace unas semanas expuse acerca del INAI y sus beneficios. A pesar de que estudié bien el tema me doy cuenta que el DAIP ayuda más de lo que uno cree”.

Todas esas personas pueden ahora encontrar mayor sentido al uso del DAIP, y conocen casos exitosos que podrían animarles no sólo a ejercer este derecho, sino ayudarles a aprovecharlo en diversos contextos sociales. Es decir, ya poseen la sensibilización necesaria para iniciar, ahora sí, su formación como usuarios del derecho de acceso a la información pública.

Ante el enorme desconocimiento de qué es, para qué sirve y cómo se puede aprovechar el derecho de acceso a la información pública, es deseable que el Prosede se mantenga como parte fundamental de un futuro Programa Nacional de Socialización del DAIP, que contribuya a ampliar y diversificar la base de usuarios y de beneficiarios de este extraordinario derecho. Y claro, es de esperar que el Prosede emita sus siguientes convocatorias con mayor anticipación, y con plazos suficientemente amplios para realizar talleres que permitan brindar acompañamiento completo a los aprendices en todo el proceso que implica solicitar información, obtenerla, interpretarla y aplicarla.


El reto es enorme: que la gran mayoría de la población deje de ser derechohabiente pasiva del DAIP, y que se le brinden los medios adecuados a su contexto social para convertirla no sólo en usuaria de este derecho sino, fundamentalmente, en su beneficiaria. Mientras esto último no ocurra, de muy poco sirve que el DAIP sea considerado un derecho humano, que México tenga un marco normativo de avanzada en la materia y que cuente con órganos garantes en todo el país.

viernes, 26 de septiembre de 2014

Los niños y el derecho de acceso a la información pública

Por Samuel Bonilla.
Coordinador del Programa Transparencia para Tod@s
y de México Infórmate en San Luis Potosí. ethoscom@yahoo.com

En la tarea de socializar el derecho de acceso a la información pública (DAIP) con menores de edad, ¿cómo estamos promoviendo el enfoque de su ejercicio y aprovechamiento? Conviene reflexionar acerca de las diversas alternativas que puede haber en la relación que niños y niñas pueden tener con este derecho y, en particular, acerca de cuáles de sus aplicaciones pueden ser de su pertinencia y utilidad, y de cómo lo pueden aprovechar.

Aunque no se requiere ser mayor de edad para ejercer el DAIP, ésa la impresión que se tiene porque el discurso dominante ubica a los adultos, y acaso a los jóvenes, como público meta de este derecho. La propia Constitución dispone que “Toda persona, sin necesidad de acreditar interés alguno o justificar su utilización, tendrá acceso gratuito a la información pública”.

La relación de los niños con el ejercicio del derecho de acceso a la información pública ofrece, desde nuestra perspectiva, dos vertientes principales. La primera, cuando las circunstancias que ellos viven son la motivación para que algún adulto, por lo general sus padres, utilice este derecho.

La segunda vertiente consiste cuando ellos mismos logran identificar aplicaciones útiles del DAIP o, incluso, en un nivel más allá de la sensibilización, lo utilizan para satisfacer sus propias necesidades informativas o para procurar alguna mejora en su comunidad.

Es decir, los niños como objeto del uso del derecho de acceso a la información pública, y los niños como usuarios de este derecho. Demos un vistazo a estas dos vertientes.

1. EL DAIP BENEFICIA A NIÑOS

Adultos preocupados por circunstancias diversas en que se encuentran sus hijos, nietos o sobrinos, han descubierto en el derecho de acceso a la información pública una valiosa herramienta para, al menos, explorar alternativas factibles que ayuden a mejorar las condiciones de los menores. El primer paso para lograrlo ha consistido en la capacidad de visibilizar un vínculo útil entre su uso y las opciones de solución a problemas que afectaban a los niños.

"Anótele ái que cómo consigo beca para mi hijo", fue una de las peticiones que habitantes de Amatlán de los Reyes, Veracruz, realizaron en el proyecto IFAI-Comunidades, para ser presentada como solicitud de acceso a la información, referida en un reportaje de Marcela Turati en la revista Proceso.

Es así como, en la simple búsqueda de satisfacer una necesidad o de resolver un problema relacionado con niños, algunos adultos han conseguido el beneficio que buscaban utilizando el DAIP o se aproximaron a la posibilidad de alcanzarlo.

Becas deportivas

A finales de 2011, la madre de dos niños deportistas acudió personalmente a pedir al responsable de deportes de su municipio los nombres de quienes habían resultado beneficiados con becas de programas deportivos. El funcionario no le quiso proporcionar esa información. Pero cuando la señora le comentó que entonces haría uso de la ley de acceso a la información para obtener esos datos, el servidor público modificó su postura y le pidió que regresara en enero y le daría becas para sus hijos.

Atención médica gratuita

Una bibliotecaria que vive en un pequeño municipio carente de muchos servicios, gracias a una solicitud de información al Instituto de la Mujer de su estado, logró que la hija de una amiga pudiera recibir en forma gratuita atención psicológica profesional que la menor requería.

En su respuesta a la solicitud de información el instituto también puso a su disposición servicios de grupos de autoayuda, así como asesoría vía telefónica a través de números de marcación gratuita con servicio las 24 horas del día.

Escuela primaria de élite

En su reportaje para Cox News, “Avanza acceso a la información” (Reforma, 2005), Rebecca Carr describe cómo Sumalee Limpaovart, ante el rechazo a su hija por parte de una escuela primaria pública de élite en Tailandia, obtuvo, mediante la ley de acceso a la información, resultados de exámenes que demostraban que su hija tuvo la misma calificación que una tercera parte de los estudiantes que fueron admitidos.

Había diferencias entre su hija y los niños que fueron aceptados en el plantel, eran el prestigio, la riqueza y los donativos a la escuela. Con la información obtenida Limpaovart inició una demanda ante el Consejo Estatal, el equivalente a un tribunal constitucional, con la objeción de que la escuela había violado una disposición de la Constitución que prohíbe la discriminación por raza, nacionalidad, lugar de nacimiento, edad y estatus social o económico. El Consejo no sólo estuvo de acuerdo con Limpaovart, sino que abolió la práctica de las admisiones de privilegio.

Niños hambrientos

Una anciana, que había caminado 14 millas con sus dos nietos, arribó exhausta a una reunión de promotores de la Campaña del Derecho a la Información de las Personas, en Nueva Delhi. Los niños, de seis y cuatro años de edad, tenían los ojos muy abiertos y las mejillas sumidas, estaban hambrientos.

El Director de la Campaña, Shekhar Singh, preguntó a la anciana por qué había realizado tal caminata. Ella respondió: “Soy viuda, mi hijo y mi nuera murieron, tengo estos dos nietos, y el alimento subsidiado que se supone me debe dar el gobierno no me ha llegado. Cuando voy a la tienda me dicen ‘Qué pena, no nos ha llegado su cupón del gobierno’. Entonces mis nietos se van a dormir con hambre. Esto ha pasado meses y meses. Me han dicho que si yo participo en este movimiento me van a dar comida para mis nietos”.

Los activistas supieron entonces que había más personas con el mismo problema que les relató la anciana. Les ayudaron a formular solicitudes de información en las que preguntaron al gobierno por los alimentos que había enviado a la tienda para ellas. Así supieron de las cantidades de alimentos subsidiados que el gobierno les estaba enviando a través de la tienda, pero el encargado de ésta les decía algo muy diferente: “Qué pena, no ha llegado su comida”.

Las solicitudes de información produjeron algo más que respuestas de parte del gobierno. De pronto, los dueños de la tienda les dijeron a quienes habían enviado solicitudes: “Qué creen, les traemos aquí sacos y sacos de comida, por favor tómenlos, y por favor quiten las solicitudes, ya no pidan información”.

La anciana, sus nietos y varias familias más tuvieron acceso de nueva cuenta a los alimentos subsidiados que les enviaba el gobierno.

Casa para sus hijos

Chanchala Devi y sus tres hijos vivían en una choza de lodo con techo con goteras, en una villa del estado de Jharkhand, India. Cuando se enteró de un programa gubernamental que podría dotarle de alrededor de 700 dólares para construir su vivienda con ladrillos y concreto llenó su solicitud, cita Lydia Polgreen en su reportaje “Right-to-Know Law gives India's poor a lever”, publicado por The New York Times.

Su perfil de obrera que vivía en la miseria la hacía idónea para recibir el anhelado apoyo. Pero durante los siguientes cuatro años vio cómo vecinos con más recursos que ella obtenían ese tipo de ayuda y construían casas fuertes.

Entonces, con la ayuda de un activista local usó la ley de derecho a la información. Entregó una solicitud para saber quiénes habían recibido la ayuda mientras ella esperaba, y las razones de ello.

Días después un funcionario del gobierno local le comunicó que su ayuda por fin había sido aprobada y pronto recibiría su cheque para empezar a construir su casa.

Maestro faltista

Otra historia en que los niños fueron la motivación para utilizar el DAIP es la de Mahavir, del Distrito de Tehri, India. En 2009 participó en un taller de la ley de derecho a la información. Él aplicó su aprendizaje para solicitar a la Oficina de Educación información relativa a la de asistencia de un maestro de escuela primaria a la que acudían 46 alumnos. En los últimos tres años el maestro sólo asistía 10 días al mes a la escuela.

Luego de recibir la solicitud, un funcionario de la Oficina de Educación visitó la comunidad. El maestro estaba ausente ese día y tuvieron que llamarlo a su casa. Durante la investigación se supo que además de no presentarse en la escuela tampoco había distribuido las becas escolares para los niños.

La Oficina de Educación emitió la orden que el maestro tenía que entregar a los niños el dinero asignado a las becas escolares y debía de asistir a la escuela todos los días.

Desde entonces, el profesor ha estado asistiendo a la escuela todos los días, las clases se llevan a cabo con regularidad y los niños están aprendiendo algo nuevo cada día.

Los casos hasta aquí descritos tienen en común un factor fundamental para la socialización del DAIP para efectos de que no sólo sea utilizado, sino también aprovechado: la participación de instructores que ayudaron a sus protagonistas a identificar en este derecho una posible vía para la solución a los problemas que afectaban a los niños, que les enseñaron cómo utilizarlo y les brindaron acompañamiento en el proceso; o bien, les dieron el servicio completo de gestoría.

2. EL PREÁMBULO, LA SENSIBILIZACIÓN DE LOS NIÑOS

Otra vertiente de la relación de los niños con el derecho de acceso a la información pública inicia cuando ellos logran reconocer la potencial utilidad de su aplicación, por ejemplo, para la mejora de circunstancias específicas de su entorno o para atender necesidades informativas escolares.

Alcanzar esa etapa produce en ellos reflexiones y aprendizajes de naturaleza diferente a los de sólo saber que existe este derecho, lo que contribuye al desarrollo de actitudes y conocimientos valiosos para su proceso de formación ciudadana.

Lograr la sensibilización respecto a la utilidad y las posibles aplicaciones del DAIP, como preámbulo a la etapa de ejercerlo, es muy conveniente debido a que abre el camino para encontrarle sentido a este derecho y utilizarlo con mayor conciencia y determinación.

No es lo mismo que los niños realicen solicitudes de información sólo porque así lo pida el instructor en un curso o el profesor de la clase, a que lo hagan motivados por la relación que advierten puede haber entre usar este derecho y un posible resultado satisfactorio a sus necesidades o intereses.

Por ejemplo, las vivencias sociales de los niños les ayudan a identificar en su comunidad deficiencias, insuficiencias o ausencia de servicios públicos, lo que puede ser otro punto de partida en la búsqueda de aplicaciones del DAIP.

En 2006, al término de una plática alusiva al Día Internacional del Derecho a Saber para alumnos de quinto grado de una escuela primaria pública ubicada en una zona marginada de San Luis Potosí, el profesor consultó a sus alumnos si tenían alguna pregunta o comentario para el expositor. Los escolares permanecieron en silencio, pensativos. El profesor insistió en busca de al menos una pregunta. La respuesta fue silencio absoluto.

¿Puede usted imaginar qué ocurría en las mentes de esas niñas y niños de 10 años de edad durante ese prolongado silencio? Tal vez trataban de acomodar y encontrarle sentido a la información que acababan de recibir, trataban de establecer vínculos entre los conceptos nuevos que acababan de escuchar y su contexto social. O tal vez sólo estaban aburridos.

De pronto, al fondo del salón, una niña levantó tímidamente la mano, se puso de pie, alisó su uniforme, dijo su nombre completo y preguntó: “¿Quiere decir que yo puedo pedir al gobierno información sobre cuándo van a pavimentar la calle de mi casa?”

La respuesta afirmativa a esa pregunta fue el detonador para que se levantaran muchas manitas: “¿podemos preguntar por qué no hay luz en nuestras calles?”, “¿sobre las alcantarillas del drenaje?”, “¿podemos preguntar por qué no hay vigilancia en las noches?”, “¿cuándo van a poner la reja de atrás en la escuela?”, y así siguió la lista de preguntas de aquellos niños, enfocadas en su mayoría a servicios públicos para su colonia.

Después, los alumnos empezaron a argumentar por qué su pregunta era más urgente o importante que las de sus demás compañeros. Habían descubierto aplicaciones de este novedoso derecho para circunstancias que resultaban de su interés por que las vivían a diario.

Antes de que el expositor saliera de aquella escuela fue alcanzado por la niña que hizo la pregunta que desencadenó la participación de sus compañeros. “Oiga –le preguntó– ¿y nuestros papás también pueden hacer solicitudes?” Tan pronto recibió la respuesta regresó corriendo hacia donde estaban sus compañeros y les gritó: “¡Que sí! ¡Dijo que sí pueden!”

3. APRENDER HACIENDO

¿Recuerda cómo aprendió a andar en bicicleta? ¿No podríamos aplicar un método semejante para que niños y niñas –y quienes ya no lo son– aprendan a ejercer el derecho de acceso a la información pública? Sólo se necesita una motivación o estímulo y la debida orientación; alguien que explique por qué, muestre para qué y enseñe cómo.

Quien nos enseñó a andar en bicicleta no nos dio discursos acerca de la libertad de tránsito para trasladarnos en ella, tampoco nos habló de los principios de la física que nos permitirían lograr el equilibrio. Aprendimos literalmente sobre la marcha, y pronto encontramos aplicaciones útiles y ventajas del uso de la bicicleta. Aprendimos haciendo.

De muy poco valdría saber que tenemos un nuevo derecho si no sabemos cómo emplearlo.

El hecho de que en México el ejercicio del DAIP esté muy vinculado a Internet (más del 96% de las miles de solicitudes de información que recibe la administración pública federal es por esa vía) favorece que en él puedan participar menores de edad con habilidades en el uso de computadoras e Internet.

Eso ha generado situaciones en que niños o adolescentes posibilitan que adultos puedan ejercer este derecho. Turati explica que en algunas comunidades “se ensayaron distintas estrategias, como juntar abuelos con nietos (los ancianos formulaban la pregunta y los jóvenes se lucían tecleando). Otros grupos de plano le pedían a algún chavalo abusado (…) que realizara la solicitud en su nombre”.

También hay casos en que niños y adolescentes ejercen por sí mismos el derecho de acceso a la información pública, y con éxito. De acuerdo a estadísticas del Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI) conforme a la edad reportada por solicitantes, durante poco más de 10 años de estar en vigor la ley federal de transparencia, 20,524 solicitudes realizadas a la administración pública federal corresponden a menores de edad. De ese total, 3,653 fueron formuladas en 2013.

Durante un reciente taller en Puebla del Programa Transparencia para Tod@s, para formar usuarios del DAIP, uno de los participantes acudía cada sábado acompañado de su pequeño hijo, quien al observar las actividades que él hacía se interesó y quiso saber cuál era el sueldo del presidente municipal.

Cuando el participante tuvo que formar a un aprendiz, como parte de los requisitos del taller, aprovechó para enseñar a su hijo la forma de enviar la solicitud por Internet. Pronto el menor recibió la respuesta en la que le orientaron para encontrar en la página web del municipio la información que había solicitado.

En otro de estos talleres, realizado en una escuela secundaria, una adolescente utilizó la ley de transparencia para obtener información relativa a los procedimientos legales para que ella pudiera disputar un bien intestado en su familia.

CONAGUA y presas

En 2005, el diario norteamericano San Diego Union Tribune publicó un amplio reportaje en el que exponía cómo “la ley de transparencia mexicana ha cambiado el balance de poder” a favor de los ciudadanos. En él cita el caso de un escolar de primaria que preguntó a la Comisión Nacional del Agua cuántas presas tiene México. “Es para mi tarea, por favor apúrense”, agregó a su solicitud.

Después de recibir la información que necesitaba, el niño envió otro mensaje a la dependencia: “Me saqué 10, gracias”.

¿Qué ha pasado con las nuevas aulas?

En 2010, Darío Cerda, de 10 años, envío al alcalde de Taltal, en Chile, una solicitud en la que requería información acerca de la demora en la construcción de salones en su escuela. Firmó su solicitud en calidad de presidente del 5º A.

Orientado por su mamá, escribió en su petición: “De acuerdo a la ley 20.285 de Transparencia, y para informar a mi curso, solicito a Usted, todos los antecedentes referentes a la ampliación de la escuela Victoriano Quinteros Soto, ya que necesitamos a la brevedad de dichas salas”.

Pero debido a que el alcalde no le respondió Darío hizo algo más, presentó su reclamo ante el Consejo para la Transparencia de su país. “No he recibido información solicitada sobre ampliación de salas de la escuela Victoriano Quinteros Soto”, fue el contenido de su inconformidad, que bastó para que el Consejo la atendiera.

A través de la Unidad de Mediación del Consejo se logró que la municipalidad de Taltal y el director de la escuela le respondieran al presidente del quinto grado, y así él pudo informar a sus representados que la obra aún no se había licitado.

Aunque Darío quiere ser ingeniero, a su mamá le gustaría que fuese político, para ayudar a la gente.

Puente y camino para escuela

En India, la Mountain Children’s Foundation ha impulsado en zonas rurales la realización de varios talleres para el uso de la ley de derecho a la información dirigidos a niños.

En uno de esos talleres, un niño se interesó en un proyecto que se había aprobado para la construcción de un puente y un camino, en la ciudad de Belwakhan, que facilitarían el acceso a una escuela. La obra llevaba varios años sin iniciar.
Hizo una solicitud de información al respecto. Poco después el puente fue construido, lo que ha evitado que los escolares tengan que bajar y subir por las empinadas laderas de un río. El pequeño solicitante está atento a que pronto inicie la construcción del camino.

Riesgos y accidentes

En otro taller de la Mountain Children’s Foundation, Devrat Varma, uno de los niños que lo cursó, preocupado por los accidentes y riesgos que ocasionaban grandes tubos de concreto que habían sido dejados en ambos lados de una carretera, presentó una solicitud de información ante el departamento de riego en la que preguntó cuándo serían retirados esos tubos.

A los pocos días de la solicitud los tubos fueron retirados. El resultado llenó de satisfacción a Devrat, pero sus padres no le creyeron que él tuvo que ver en la solución de ese problema, hasta que recibieron la visita de un ingeniero del departamento de riego. Éste les explicó que gracias a la solicitud de su hijo los tubos fueron retirados, terminando así con los accidentes que provocaban a conductores y peatones.

En sus comentarios acerca del taller, Devrat expresó que se trató de una experiencia completamente nueva. “Solía pensar –agregó– que el trabajo del gobierno sólo puede ser influenciado por la gente grande. Pero esta experiencia me ha demostrado que con un poco de atención y conciencia, y el buen uso de la ley RTI (derecho a la información), podemos resolver muchos de nuestros problemas”.

Una de las promotoras de estos talleres, Smita Patel, comentó que cuando el Jefe Comisionado de Información de Uttarakhand, Dr. R. S. Tolia, asistió a la apertura de un taller, confesó que era escéptico acerca de que pudiera haber buenos resultados al enseñar a los niños a elaborar solicitudes de información. Pero que ahora, al ver los resultados, estaba convencido de que ésa era la mejor manera de promover la ley de derecho a la información en las zonas rurales.

4. GIMNASIO PARA LA FORMACIÓN CIUDADANA

Una buena forma en que los niños se introduzcan al campo de sus derechos y responsabilidades es ejerciéndolos y reflexionando acerca de su razón de ser para encontrarles sentido. Los aprendizajes vivenciales que el ejercicio del DAIP puede aportar al desarrollo personal y a la formación ciudadana de quienes hoy son niños pueden ser invaluables.

Pasar de la adquisición de conocimientos al desarrollo de actitudes y habilidades para usar y aprovechar el derecho de acceso a la información pública implica algo más que seguir un procedimiento indicado en un manual, es necesario tener nociones de qué es el gobierno, cuáles son sus funciones esenciales, cómo está conformado y cuál es nuestra relación de gobernados con él.

Llegar a la mayoría de edad es insuficiente, en términos prácticos, para adquirir y ejercer la condición ciudadana. Más que un suceso cronológico, la condición ciudadana reclama de procesos de formación que trasciendan el plano de los conocimientos, y que permitan al niño, al adolescente y al joven asumir posturas responsables y tomar decisiones informadas en su creciente relación con la sociedad, el gobierno y su entorno. Y el DAIP, con la adecuada orientación para su uso, es un excelente medio para construir, ejercitar y desarrollar nuestras competencias ciudadanas.

Si somos capaces de incorporarlo a las prácticas de los diversos grupos sociales, el derecho de acceso a la información pública está llamado a ser el principal instrumento en los gimnasios de formación ciudadana, y contribuirá a elevar la calidad de las próximas generaciones de ciudadanos. En caso contrario, seguirá siendo un derecho de élite.

Quizás hemos subestimado las capacidades de niños y niñas para identificar y aprovechar aplicaciones prácticas de este derecho en asuntos propios de su interés personal o de su contexto, o hemos inadvertido las posibilidades de su aprovechamiento por parte de ellos.

Aquellos niños que han interactuado con autoridades públicas utilizando el derecho de acceso a la información pública han dado un gran paso en su formación cívica y, en algunos casos, experimentado un avance significativo en su conciencia respecto a determinados asuntos públicos.

Juan Pablo Guerrero y Maylí Sepúlveda destacan en su revisión de resultados del proyecto IFAI-Comunidades, que promovió el DAIP en grupos marginados, que “una de las principales virtudes del trabajo de EDNICA (Educación para el Niño Callejero) fue propiciar la participación de niños y niñas como sujetos plenos de derecho en el aquí y ahora, lo que contribuye a transformar las representaciones sociales tradicionales de la infancia que suele concebirse como una posibilidad en el futuro”.

El inevitable efecto expansivo de los aprendizajes vivenciales

Los casos de éxito en el uso del DAIP constituyen el recurso didáctico de mayor poder persuasivo respecto a su utilidad, y suelen producir aprendizajes significativos y hasta inspiradores. Algunas vías por las que hemos visto estos resultados son:

1) El conocimiento de este tipo de historias de resultados positivos relacionadas con el contexto o esfera de interés del aprendiz, y 2) Haber vivido la experiencia de lograr un caso de éxito, lo que permite hablar en primera persona de la eficacia de este derecho.

En la primera vía mencionada recordamos al director de una escuela primaria mexicana suburbana, que cursó uno de los talleres del programa Transparencia para Tod@s. Al conocer el caso de Darío Cerda quedó tan motivado que inmediatamente solicitó pláticas acerca de este derecho para los alumnos de los dos grupos de sexto grado de su plantel.

Esas pláticas finalizaron con ejercicios exploratorios. Cada alumno escribió solicitudes de información respecto a temas de su interés, luego discutieron su pertinencia con sus compañeros de equipo y las contrastaron con solicitudes elaboradas por otros equipos. También hicieron propuestas acerca de a cuales autoridades se deberían enviar sus solicitudes.

Así, esos escolares construyeron conocimientos, apoyados por el conductor de la actividad, respecto a diversas aplicaciones del DAIP para atender asuntos de su interés.

Varios de esos ejercicios preguntaban a las autoridades educativas qué se necesitaba para que abrieran una escuela secundaria en su comunidad, que sólo cuenta con una telesecundaria. Otros eran para saber cuándo se repararían ciertas calles y las áreas deportivas; otros eran para saber las razones de la falta de mantenimiento a un tanque de agua, respecto a mejoras para el alumbrado público, a la necesidad de disponer de computadoras, Internet y material didáctico en su escuela.

Una de las alumnas quería información respecto al procedimiento para que las autoridades realizaran campañas para educar a las personas a tirar la basura doméstica en lugares adecuados.

Otra escolar planteaba que debido a problemas en el abastecimiento de agua, familias de esa comunidad tenían que pagar el servicio de una camioneta para que les llevaran agua a sus casas, y pedía orientación para solucionar esa situación que resultaba costosa.

El director de esa escuela desea ahora talleres de aprovechamiento del DAIP para profesores y padres de familia. Y dijo que gestionaría la apertura de una escuela secundaria nocturna que aproveche el inmueble de la primaria que dirige.

Un ejemplo de la segunda vía (protagonistas de casos de éxito) es el de un joven maestro de un plantel del Conalep, que imparte la materia de Desarrollo Ciudadano.

Él cursó en una biblioteca pública un taller de aprovechamiento del DAIP, del programa Transparencia para Tod@s, que lo dejó muy satisfecho porque logró resolver problemas en servicios públicos. Eso lo motivó a gestionar que alumnos de su grupo participaran en otra edición del taller, y consideró su desempeño en él para sus calificaciones finales.

Consultado para la elaboración de este texto, el profesor dijo que su motivación para que alumnos de su grupo cursaran el taller es porque está convencido de que el acceso a la información pública “es una herramienta valiosísima para mejorar como sociedad y como país. Creo que mis alumnos –recordó– estaban en ese momento pasando por una etapa de su vida donde darles a conocer y capacitarles sobre sus derechos como ciudadanos mexicanos, pero más aún como seres humanos, resultaría fundamental para el resto de su existencia”.

Y añadió: “Debo comentar que en aquellos alumnos que asistieron a ese taller noté que desarrollaron su capacidad de análisis y de crítica hacia sus responsabilidades como mexicanos. Tuve la oportunidad de volver a encontrarles en el último semestre de su carrera y aún recordaban esa experiencia como algo muy valioso en su aprendizaje”.

Los niños y niñas protagonistas de los casos de éxito que hemos relatado aquí deberán tener ahora entre 14 y 20 años de edad. Es muy probable que todos ellos recuerden su experiencia con el DAIP, y que ésta haya contribuido a ampliar su visión respecto a su entorno sociopolítico y a autodescubrir sus capacidades para la exigibilidad de sus derechos.

El contexto escolar y la alfabetización informacional

Como hemos podido notar en lo expuesto en este artículo, el contexto escolar tiene una fuerte presencia en este tema. Citemos dos motivos de ello:

1) Por ser el foco en torno al que se realizan numerosas solicitudes de información –por ejemplo, la Secretaría de Educación Pública ocupa el segundo lugar en la administración pública federal en el número de solicitudes de información recibidas, con más de 43 mil en once años–.

2) Por ser el entorno idóneo para enseñar a niños y jóvenes los principios de la alfabetización informacional para el desarrollo de sus competencias informativas. Por ejemplo, poder identificar sus necesidades de información, localizarla, obtenerla, comprenderla y aplicarla con responsabilidad.

Un buen paso para avanzar en este último punto ha sido la incorporación de contenidos relativos al acceso a la información pública en libros de texto. Pero para evitar tratamientos superficiales o equívocos de esas lecciones (hay errores y enfoques exclusivos hacia el ámbito federal) es conveniente que también se promuevan la sensibilización, el conocimiento y las habilidades de los profesores en este tema, y brindarles el soporte de orientación que requieran a través de los órganos garantes de este derecho.

Así, desde un enfoque teórico-práctico, con actividades innovadoras aplicadas al ámbito escolar, el derecho de acceso a la información pública sería mucho más que otra lección en los libros de texto.

Se abordaría como contenido pero también como herramienta de trabajo escolar, y podría generar experiencias y resultados que fortalecerían el proceso de formación cívico-académica de los alumnos, cuyos beneficios y efectos, como hemos visto en los ejemplos aquí expuestos, pueden extenderse a su ámbito familiar, vecinal o comunitario.

No se plantea que necesariamente todos los escolares deban hacer solicitudes de información, dado que el ejercicio del DAIP no consiste de manera exclusiva en formular peticiones informativas. Pero sí, en aquellos grados educativos en que resulte pertinente utilizar este derecho como actividad auxiliar en ciertas materias, bajo la guía y orientación de los profesores, se involucre a todos los alumnos.

Por ejemplo, organizados en equipos, pueden participar en el análisis y uso de los procedimientos para la obtención de determinada información pública vinculada a objetivos de aprendizaje.

Las habilidades casi naturales que poseen los niños para el uso de las tecnologías de la información y comunicación son un factor que facilitaría el ejercicio del DAIP –en las aulas de medios o bibliotecas, por ejemplo– mediante la Internet.

En las escuelas que no cuenten con esos recursos podría optarse por medios alternativos como los módulos digitales de bibliotecas públicas, correo postal, teléfono o la entrega personal de la solicitud por escrito a las autoridades que estén al alcance.

De esta forma estaríamos impulsando un proceso más integral en la formación de nuestros niños, ya que no sólo estarían asimilando ideas y conceptos acerca de este derecho, sino que su experiencia con él, con la debida orientación, estimularía el desarrollo de habilidades y actitudes que si bien les son de utilidad en esa etapa de su vida, lo serán aún más para su deseable condición futura de ciudadanos participativos.

viernes, 28 de marzo de 2014

Asimetrías

Transparencia, la reforma pendiente

 Por Samuel Bonilla 

Al ITAIPBC por su especial sensibilidad
respecto a la función estratégica de la sociedad
civil organizada para la socialización
y aprovechamiento del DAIP.

La reforma constitucional en transparencia y sus derivados: la ley general de la materia y las adecuaciones respectivas de las leyes estatales de transparencia constituirán la nueva infraestructura normativa para ejercer este derecho. Es decir, replantearán las rutas, procedimientos, actores, instancias y medios de defensa para ejercer y hacer exigible el derecho de acceso a la información pública (DAIP).

Pero todos los avances y ventajas que pueda implicar la reforma constitucional sólo beneficiarán al pequeño sector de usuarios de este derecho, a menos que se emprenda la otra gran reforma pendiente en este campo, su socialización profunda, aquella que la cultura la genera al andar, al posibilitar el ejercicio y aprovechamiento del DAIP.

Hasta ahora, este derecho ha sido usado por un puñado de miles de personas, de las cuales un grupo aún menor ha podido aprovecharlo. En 2010, de los solicitantes de información a la administración pública federal que informaron su grado académico, el 73.8% informó tener licenciatura o posgrado. Un año después esa cifra subió al 76.6%. En 2012 llegó al 77.8%. La tendencia es evidente.

Queda claro que en México no cualquier persona es usuaria de Internet, ya que para serlo se requiere disponer del equipo, del servicio de Internet y de competencias específicas. En el contexto de solicitantes de información a la administración pública federal, el número de solicitudes en 2003 mediante Internet fue de 22,488 y las solicitudes manuales fueron 1,609. La diferencia entre una y otra modalidad de ejercer este derecho fue de 20,879. Para 2008 esa diferencia aumentó a 99,344. Y en 2012 se incrementó a 122,950.

Si continuamos promoviendo este derecho como lo hemos venido haciendo hasta ahora, no marcaremos diferencia alguna respecto a la acentuada concentración de su ejercicio por parte de un reducido y privilegiado grupo de personas en el país, sino que acentuaremos su uso focalizado en grandes zonas urbanas y por parte de individuos con características por encima de la media nacional. Reformar las estrategias de socialización del DAIP demandaría entre otras acciones:

  1. Ampliar y diversificar la base de usuarios de este derecho
  2. Abordar la formación de nuevos usuarios a través de estrategias de formación de agentes multiplicadores
  3. Diversificar los medios a través de los cuales los gobernados pueden ejercer el DAIP
  4. Acercar servicios de gestoría a quienes por sí mismos no pueden ejercer este derecho
  5. Generar servicios de asesoría profesional multidisciplinaria y gratuita para elevar las posibilidades de que los usuarios puedan no sólo ejercer el DAIP sino alcanzar su objetivo último, aprovecharlo.


En el concepto de socialización del DAIP se pueden incluir un sinnúmero de actividades, pero habría que medir los resultados concretos de cada una de ellas para saber de qué forma y en qué medida están contribuyendo al conocimiento, uso y aprovechamiento de este derecho, y a qué sector de la población están beneficiando.

Muchas de esas actividades se quedan en la etapa de la difusión del conocimiento de este derecho, que no es poca cosa, ¿pero por qué no ir más allá?, y transcender las audiencias habituales: servidores públicos, estudiantes, periodistas, académicos, empresarios y, en algunos casos, OSCs. Pensemos por ejemplo en integrantes de juntas de colonos, en obreros, sindicatos, campesinos, indígenas, personas con discapacidad, desempleados, jubilados, personas de la tercera edad, personas en pobreza.

Más aún, con la escasez de recursos con que opera la mayoría de los órganos garantes de este derecho, resulta más importante valorar el costo–beneficio de sus acciones de socialización, dando prioridad a aquéllas que generen resultados efectivos, duraderos y expansivos que permitan incrementar y diversificar la base de usuarios del DAIP. Por ejemplo, formando multiplicadores de este derecho, como pueden ser bibliotecarios, trabajadores sociales, maestros, activistas, líderes sociales, entre otros más.

Hay que llevar este derecho a la calle, a la plaza, al mercado, al campo, a los barrios, a las comunidades, a las vecindades, a los pueblos. Pero con una metodología que vaya más allá del abc de los procedimientos para hacer una solicitud de información; es necesario el acompañamiento y orientación posterior a la etapa de enviar una solicitud, que es cuando inician los retos más desafiantes para el solicitante. Un acompañamiento que permita aumentar las posibilidades de éxito que impacten en las condiciones de la calidad de vida de los usuarios de a pie.

Y en estos procesos podemos apoyarnos en infraestructura y servicios ya instalados como los miles de centros comunitarios digitales que hay en el país, las bibliotecas públicas (hay más de 7,300 en todo el territorio nacional), centros escolares y aulas de medios, unidades de enlace y sus equivalentes estatales, cibercafés o centros comunitarios de aprendizaje. Los órganos garantes del DAIP podrían disponer, además, de unidades móviles con facilitadores/gestores de este derecho y equipadas con TICs y formatos impresos para solicitudes.

Aunque no aparezcan en los presupuestos públicos, la voluntad, la creatividad y el compromiso también son recursos para el desempeño público, y no dependen de las tesorerías estatales.


Ojalá que no asumamos la reforma constitucional en transparencia y sus derivados legislativos sólo como el colofón de un nuevo avance cualitativo en el marco normativo del DAIP, sino como la oportunidad para advertir la notoria asimetría entre el enorme adelanto en las reglas jurídicas que se ha dado México en este derecho y su pobre o nulo efecto para la mayoría de sus habitantes. La socialización para el ejercicio y aprovechamiento del DAIP reclama voluntades, esfuerzos, estrategias y compromiso a la altura de sus avances normativos. No emprenderla, y no incluir en ella a los sectores populares y a los grupos marginados, mantendrá vigente una gran deuda social.

martes, 31 de diciembre de 2013

Hacia una tipología de casos de éxito en acceso a la información pública

Por Samuel Bonilla




Ejercer el derecho de acceso a la información pública (DAIP) no necesariamente implica aprovecharlo. Sus beneficios son muy variados, y conviene divulgarlos para que más personas puedan emularlos o ampliar su diversidad. Cuando los ciudadanos de a pie puedan vincular la utilidad de este derecho con la solución de problemas de su cotidianidad habremos logrado un avance sustantivo hacia la expansión de su uso y, lo más importante, de su aprovechamiento.

Por ello es necesario desarrollar procesos de socialización del DAIP que, además de instruir a las personas acerca de cómo ejercer este derecho, les ayuden a aprovecharlo y les muestren cómo otras lo han logrado.

Durante los primeros talleres del programa Transparencia para Tod@s –dirigidos a formar usuarios del DAIP– varios participantes desconfiaban de los casos de éxito en el uso de leyes de transparencia que les mostrábamos, porque habían ocurrido en otros países. Argumentaban que la realidad mexicana es tan peculiar que difícilmente ese tipo de casos podrían suceder en nuestro país. ¿Cómo desarmar esas objeciones que nos impedían avanzar? Sólo con casos locales y, de preferencia, propios al contexto social del ciudadano de a pie, que ha sido nuestro público meta.

Lo que no imaginamos es que de los mismos talleres surgirían varios casos de éxito que enriquecieron sus propios contenidos. Aprendimos que esos son resultados que pueden ocurrir cuando la enseñanza del DAIP trasciende el campo de la teoría y se desarrolla, además, en el terreno práctico y con aplicaciones que surgen de las propias necesidades e intereses de los aprendices. Lo que además es una de las mejores formas para que las personas le encuentren sentido al derecho de acceso a la información pública.

Definimos un caso de éxito en DAIP como aquella experiencia de uso de este derecho que contribuye a generar un beneficio para el usuario o para terceros, sin importar su magnitud o alcance.

Cuando los primeros casos de éxito empezaron a surgir en nuestros talleres, tratamos de identificar factores comunes que contribuyeron a su construcción. Nos preguntábamos por qué sólo algunas personas podían resolver problemas o necesidades usando el DAIP y muchas otras no. ¿Habría elementos comunes que componían los casos de éxito que pudieran ser imitables para que otras personas pudiesen también obtener resultados positivos?

Después de varios intentos fallidos pudimos construir una propuesta de clasificación de casos de éxito en DAIP, compuesta por tres categorías.

Categoría 1. Función cognitiva del DAIP. La información en sí misma representa el beneficio pretendido por el solicitante.

Se encuadran aquí los casos más simples del aprovechamiento del DAIP. Quienes buscan o solicitan información sólo desean saber algo concreto: El costo de determinada obra pública, el monto de los recursos económicos otorgados a los partidos políticos en cierto período, los criterios en que se basó determinada acción de gobierno, los requisitos para solicitar un servicio gubernamental o para ser acreedor de los beneficios de un programa social, por ejemplo.

Veamos un caso de la categoría uno. Durante un viaje por carretera, a principios de 2009, el protagonista de este caso observó varios letreros alusivos a la “Ruta 2010”, y tuvo interés en saber el gasto que se había realizado para ello. Entonces envió la siguiente solicitud de información a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes: “¿Cuál fue el precio de los anuncios a los costados de las carreteras y otras vías de comunicación que señalan la ruta 2010?”

Pocos días después recibió la respuesta: “La inversión para la instalación del señalamiento para los festejos del bicentenario de la independencia “Ruta 2010” fue de 61.27 MDP, instalándose 14,797 señales de dimensiones y configuraciones diversas, en una longitud de 9,208.1 km.”.

Una vez que el usuario del DAIP ve satisfecha su necesidad informativa, que es lo único que pretendía, estamos ante un caso de éxito de la categoría uno. Este tipo de experiencias, además de las aportaciones de conocimiento que genera a sus protagonistas, tiene el valor potencial de poder posibilitar, con la presencia de otras variables, casos de éxito de las siguientes categorías.

Categoría 2. Efecto reactivo. El efecto producido por la solicitud de información genera o contribuye a lograr el objetivo pretendido u otros beneficios. La respuesta formal a la solicitud resulta secundaria o irrelevante.

En esta categoría el beneficio no está asociado a la información que se reciba de parte de los sujetos obligados. Es más, los beneficios pueden ocurrir aun sin respuesta formal a la solicitud de información. Es la reacción del sujeto obligado la que genera una respuesta en especie, en los hechos, la cual detona acciones que benefician al solicitante de información o a terceros.

Este tipo de resultados no podrían ocurrir con sistemas de datos abiertos o en la vertiente de las obligaciones de transparencia (información pública de oficio), en los que la persona interesada accede de manera directa, por lo general vía Internet, a la información que requiere. El factor clave en la categoría dos es la solicitud de información en el escritorio indicado. Las solicitudes de información pueden recorrer varios escritorios antes de que la respuesta se entregue al solicitante, en algún escritorio un servidor público decide tomar acciones respecto al fondo del asunto de la solicitud, mientras que la respuesta documental puede seguir un curso independiente a la acción producida.

Hay que admitir la posibilidad de que algunos casos considerados en principio en esta categoría pudieron haber sido meras coincidencias con acciones de gobierno que estaban programadas con antelación a la solicitud de información. Pero en otros, la relación entre la solicitud y la acción gubernamental es indudable.

Ilustremos esta categoría con un caso concreto. En un pequeño municipio de Puebla, una habitante de una colonia de reciente creación que carecía de alumbrado público, se enteró que la obra que les dotaría de ese servicio iniciaría en agosto de 2010. Sin embargo, no inició. En cierta ocasión que ella se encontró en la calle con el presidente municipal le preguntó cuándo iniciaría esa obra, él le respondió con desdén: “Un día de estos”. Pero la obra seguía sin iniciar.

Entonces ella hizo una solicitud dirigida al presidente municipal en la que le pide información de los programas de obras considerados para su comunidad específica en el presupuesto 2010, y que describa cuáles ya se realizaron y cuándo se realizarán las faltantes.

A finales de noviembre de ese año, durante su exposición de resultados de las solicitudes que realizó en el taller, ella narró lo que ocurrió después: “Entregué la información por escrito, no me ha contestado el presidente municipal, y lo he visto pero me saca la vuelta. Yo entregué mi solicitud el jueves, para el martes siguiente ya habían colocado los postes. Y el viernes nos avisaron que el día de mañana extienden el cableado para que los que tenemos ya contrato hagamos nuestras “bajadas” al frente de nuestra casa. La obra beneficia a nuestra calle y a otros 10 ó 15 vecinos más. No me han contestado de manera escrita pero el hecho cuenta mucho”.

Categoría 3. Función instrumental del DAIP. En el contexto de esta categoría, el ejercicio del derecho de acceso a la información pública puede carecer de sentido si no somos capaces de eslabonarlo adecuadamente al derecho o beneficio ulterior que pretendemos gozar. Es decir, a la información obtenida es necesario darle usos adecuados para aproximarnos o alcanzar el objetivo pretendido.

La función instrumental del DAIP eleva su potencial cuando el solicitante de información dispone de la capacidad, la asesoría o la gestoría calificada respecto a cómo utilizar la información obtenida como insumo estratégico –en acciones, trámites o procedimientos– para la exigibilidad y disfrute de otros derechos o el alcance de determinados propósitos.

Si bien esta categoría es la más compleja de las tres referidas, porque demanda acciones adicionales por parte del usuario del DAIP, suele ser en la que se producen los resultados más significativos.

Al trayecto del punto en que los solicitantes reciben información vía el DAIP hasta el punto de usarla de manera adecuada para obtener un provecho, es lo que denominamos el cruce del “río de cocodrilos”. Con esta expresión nos referimos a los desafíos jurídicos, burocráticos o políticos que exige eslabonar este derecho con otros derechos para poder obtener beneficios ulteriores. Un “río” constituido en gran medida por el desconocimiento del ciudadano de a pie respecto del significado y valor potencial de la información recibida, o acerca de gestiones y procedimientos; y que representa una gran área de oportunidad para la intervención de los órganos garantes del DAIP.

En algunos casos de la categoría tres, el uso que debe dársele a la información para alcanzar los resultados pretendidos no está restringido a una manera específica. Es decir, puede haber diferentes formas de usar la información que contribuyan a alcanzar el mismo objetivo. Lo cual aumenta las posibilidades de éxito.

En ocasiones, lo que conduce a lograr el objetivo pretendido no es sólo el uso dado a la información en procedimientos administrativos, sino su combinación con otras aplicaciones complementarias de la información como su difusión en medios informativos o en expresiones públicas de inconformidad ciudadana.

Revisemos un caso de éxito de la categoría tres. Una bibliotecaria que realizó estudios de posgrado en el extranjero llevaba poco más de dos años de espera para que la Secretaría de Educación Pública se los revalidara. Ése fue el elemento detonador de este caso.

Después de intentar infructuosamente acelerar su trámite, ella envía a la SEP una solicitud de información en la que pide “el tiempo estimado que lleva realizar el trámite de revalidación nacional de estudios a nivel maestría realizados en el extranjero”.

La respuesta asienta que “el plazo para entrega para las resoluciones de dictamen técnico y revalidación parcial es de 15 días hábiles. Para trámites de revalidación total el plazo puede extenderse, el promedio suele ser de 3 a 4 meses (…)”.


Cruzar el río

Como podemos apreciar, aquí terminó el uso del DAIP pero el problema que la protagonista intenta resolver sigue intacto. La respuesta que recibió sólo ha servido para documentar su enojo y frustración. Ella se encuentra justo en la ribera del “río de cocodrilos”, para que logre resolver su problema debe cruzar el río y llegar a la otra orilla.

Es en este punto donde la propaganda simplista de los beneficios del DAIP puede resultar contraproducente a la socialización de este derecho. ¿Cuántos usuarios del derecho de acceso a la información pública, con la información ya en sus manos, terminan como damnificados del “río de cocodrilos” y decepcionados de este derecho? Me atrevo a decir que no son pocos.

Cuando en los talleres analizamos casos de éxito de la categoría tres nos detenemos en el momento en que los solicitantes reciben la información que pidieron y su problema continúa sin resolverse, y entonces preguntamos a los participantes qué uso le darían a esa información para solucionar el problema en cuestión. Las respuestas son muy diversas.

De las capacidades de que disponga cada usuario dependerán sus posibilidades de eslabonar en forma adecuada o no el DAIP con el derecho que persigue. Y en el ámbito de los ciudadanos de a pie debemos reconocer que predomina la insuficiencia de esas capacidades para alcanzar sus propósitos. Sin asesoría calificada muchos de esos ciudadanos no cruzarán –no están cruzando– el río. Qué decir de quienes ni siquiera tienen a su alcance la posibilidad de elaborar y enviar de manera adecuada una solicitud de información y darle el seguimiento pertinente.

En el caso que estamos revisando, la protagonista entregó la respuesta de la SEP al órgano interno de control de esa secretaría, junto con la información relativa a su trámite de revalidación de estudios. Tres semanas después la SEP le informó que ya podía pasar a recoger la resolución de su revalidación de estudios.

Este caso es muy significativo porque se ha convertido en un “caso madre”. Su exposición y análisis en un taller motivó, inspiró a una servidora pública –que enfrentaba un problema semejante– a utilizar el DAIP para poder resolverlo también.

Con asesoría adecuada varios de los protagonistas de casos de éxito de la categoría uno podrían convertir su experiencia en una de la categoría tres. La diferencia puede ser sustantiva.

Si los casos de éxito, en especial los relacionados al contexto social de nuestras audiencias, constituyen el recurso didáctico de mayor capacidad persuasiva para motivarlas a ejercer este derecho, sus protagonistas resultan ser los promotores más convencidos de la utilidad del DAIP por su exitosa experiencia vivencial. Por ello, es conveniente aprovechar el valor de ambos recursos en procesos de socialización de este derecho que pretendan ampliar y diversificar su, hasta ahora, reducida y concentrada base de usuarios.